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Carlos Herrera  
El Semanal, 20 de abril de 2003
El saludo hawaiano

Alvarez Guedes es un magnífico artista cubano, lleno de gracia, que radia cada día un simpatiquísimo programa en la emisora Clásica 92 de Miami, en el Estado de la Florida, el cual consiste en contar aventuras personales tanto suyas como las que los oyentes le hacen llegar por fax o correo electrónico. Probó fortuna en España durante algunos años, y no le fue mal, y aunque sueñe con Cuba a diario, como es lógico, ni por asomo dejaría de vivir en los Estados Unidos. Es brillante, rápido y guasón, como la mayoría de cubanos, que hacen radio en la isla o fuera de la isla, consideraciones ideológicas aparte.

Transitando una mañana por el agobiante tráfico de la Interestatal 95 le escuché relatar la hilarante historia del 'Saludo Hawaiano' que narra la peripecia de aquella abuelita que puso en su cristal trasero una pegatina con el lema 'Toca el claxon si amas a Jesús'. Al parar en un semáforo en rojo de un cruce muy transitado, contaba el cubano que la abuelita empezó a pensar en el Señor y en su infinita bondad, tanto que no se percató de que la luz se había puesto en verde. Ello le sirvió, no obstante, para comprobar lo mucho que también amaban a Dios aquellos que la rodeaban. Cuando estaba por arrancar, una persona empezó a hacer sonar su bocina como loca, bajó su ventana y gritó: «¡Por el amor de Dios!». Todos los demás empezaron a reventar el claxon de sus vehículos mientras que ella sacaba su cabeza por la ventanilla y saludaba con su mano y sonreía a esa hermosa gente. Hasta hizo sonar su bocina para compartir aquella demostración de amor. Vió entonces a un hombre saludándola de una manera muy chistosa, con el dedo medio estirado y los demás recogidos en el puño. Su nieto, disfrutando de tamaña experiencia religiosa desde el asiento trasero, le dijo que quizá aquello se tratase de un saludo hawaiano para desear buena suerte o algo así, con lo que ella decidió devolver aquel saludo con su mejor sonrisa. Algunas personas estaban tan llenas de regocijo que bajaron de sus coches y se enfilaron hacia su coche, pero en ese momento en el que_creía que iban a orar con ella o le iban a preguntar a qué Iglesia asistía, se dio cuenta de que el semáforo volvía a lucir la luz verde, con lo que dijo adiós a sus hermanos y arrancó. Sólo su automóvil había conseguido pasar el espeso cruce ya que cambió de nuevo a rojo: se sintió un poco triste por tener que dejar a todos atrás después de tanto amor compartido, así que paró su coche y asomándose por la ventanilla les envió el saludo hawaiano con las dos manos y su mejor cara de felicidad.

Como pueden comprobar, ese gesto de iracundia, que de forma tan habitual es utilizado por los humanos de todas razas y lugares, puede ser portador de un bello mensaje de cordialidad. El pasaje nos enseña que la ingenuidad es un excelente pasaporte para evitarse bochornos innecesarios: todo depende de que no te agarren los que ven en el saludo del dedito algo más que una manera cordial de saludar de los nativos de Hawai. Algo me dice que, estos días, Álvarez Guedes y muchos conciudadanos suyos exiliados están entablillando su dedo medio para saludar cordialmente a aquellos que miran con indiferencia o complicidad a la renovada redada de lhombretón de verde. Sin maldad, por supuesto.