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Carlos Herrera  
Diez Minutos, 18 de enero de 2007
Los Beckham nos dejan

Se están afilando, y de qué manera, las terminales de tarjetas de crédito de todo Rodeo Drive, en las colinas privilegiadas de Los Ángeles, al conocer la noticia de que la familia Beckham viene a vivir al barrio.

Los comerciantes de tiendas de lujo de Berverly Hills llevan un mes de fiesta desde que supieron que Victoria Adams, clienta capaz por sí sola de mantener dos o tres comercios con todas sus familias de trabajadores, cambia la capital del ajo por la ciudad de las colinas cinematográficas.

Menudo chollo: llega el objetivo ideal de todo vendedor de productos de firma, una señora con nada que hacer y con muchísimo dinero para gastar diariamente.

Un poco más de cien mil euros diarios, para ser exactos, que es lo que ganará su marido, el exquisito David, por jugar a algo parecido al fútbol en un club de la ciudad.

Los Beckham, pues, dejan Madrid. ¿Qué harán las tiendas de la Milla de Oro?

El inglés, todo hay que decirlo, es un caballero del fútbol, elegante como pocos y plástico a más no poder.

Es un negocio seguro, mayormente por la venta de productos con su nombre más que por los goles que marca o que proporciona, y así han sabido verlo los californianos.

Pero no ha resultado para el Real Madrid lo que creían que iba a representar. No ha sido Zidane, vamos.

Ha sido un negocio redondo para su club y en ningún momento ha supuesto conflicto alguno, lo cual no es poco, y a los aficionados nos ha dejado el perfume de un futbolista de clase superior.

Su esposa, en cambio, ha subrayado la imagen de superficialidad y tontería que traía desde sus islas natales.

Aupada en el saco de huesos que se empeña en mantener, de Victoria sólo se ha sabido el número de horas que ha dedicado a visitar templos de la Visa Oro: gran sacerdotisa de esas marcas incapaces de cobrar menos de un kilo por prenda, la ex Spice pasa la mitad de la mañana  ensayando la postura del pie para las fotos que le harán en la otra mitad de la tarde.

Se entiende que Madrid se le quedase pequeña y que soñara con el momento de vivir en una de esas ciudades que tardas varios meses en recorrerla sin pasar dos veces por el mismo sitio.

Los Angeles puede llegar a ser el reino de la tontería para quien ha hecho de ella su "leiv motiv" y Hollywood el nido perfecto para quien quiere que su cotidianeidad se parezca a un estudio de cine. Imagino que las dos o tres personas con las que ha cruzado alguna palabra en España no la echarán en falta.

Lo contrario que a él, un tipo educado y sonriente que nunca ha dado la impresión de que te perdona la vida.

Que les vaya bien y que metan muchos goles, que allí no es muy difícil, por cierto.