La recepción Real del pasado 12 de Octubre, Fiesta Nacional de España –y luego otras cosas más, muy históricas todas, pero lo primero es lo primero– dio de sí lo suficiente como para jugar a diferentes considerandos y plasmarlos en forma de artículo.
Más allá de los abucheos a Rodríguez Zapatero y de lo vistoso del desfile militar, la copa de vino español que el Rey ofrece a diferentes sectores de la vida social española en el Palacio Real, a la que no falta una distinguida delegación de DIEZ MINUTOS, fue un momento muy solicitado por los buscadores de noticias para entresacar de los muchos comentarios que se deslizan entre vaso y vaso el néctar de la noticia oficiosa.
Faltó la Princesa de Asturias: después de dos horas de pie, tiesa como un ajoporro, Letizia pidió permiso al Rey para quitarse de en medio de la pequeña tortura de tres horas más a pie firme atendiendo a propios y extraños.
Comprensible, habida cuenta de lo que lleva dentro. El Rey la autorizó. Menos comprensible es que no haya una puñetera silla en la tribuna para que toda la familia –a excepción del Rey-- pueda ver sentada el paso de los ejércitos, pero eso es lo de menos.
El Príncipe entró en los salones con la idea de colocar un titular, cosa que hizo: por lo hablado, don Felipe estaría dispuesto si fuera necesario a conocer de antemano el sexo de su próximo hijo y comunicarlo, cosa que no es muy del gusto de ambos cónyuges pero que entienden que las circunstancias aconsejan dar noticia de ello.
Ya está explicado hasta la saciedad que del sexo de este bebé dependen no pocas actuaciones legislativas, con lo que huelga incidir de nuevo en ello, pero sí conviene que recordemos que este vástago que se espera no es sólo un asunto entre dos, sino que concierne a muchos más y que por ello es bueno que se tomen las medidas adecuadas ahora que se está tiempo.
Nada le conviene menos a la Monarquía española, que tan buenos resultados le ha brindado a la convivencia en España durante estos últimos decenios, que someterse a refrendos inadecuados en el tiempo y en el contenido.
Aprovéchese el viaje de otras reformas y hágase, y dejen de marear perdices innecesarias.
Lamento no estar de acuerdo con el Heredero cuando le quita trascendencia a estas premuras.
Cuanto antes se ordenen las cosas, mejor. Y en cuanto a lo de saber el sexo de la criatura, sólo me cabe añadir una cosa: el inventor de la ecografía se habría muerto de asco si todos los padres fuesen partidarios de la sorpresa.
Así tendrán más tiempo para decorar la habitación con los colores propios.
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