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Carlos Herrera  
Diez Minutos, 24 de agosto de 2006
Los perpetuos problemas de Isabel Pantoja

A tenor de cómo le han ido las cosas, si a Isabel Pantoja le hubiese dado este año por sembrar rosas, a buen seguro le hubiesen crecido cardos.

La adversidad se ha evidenciado en cuestiones puntuales y ha sido coronada con la noticia del pequeño fuego que se declaró hace pocos días  cerca de  su finca “Cantora”, esa que dicen anda sorteando hipotecas y en la que se refugia la cantante de los medio.

Pero antes de este fuego ya ha sabido lo que es estar abrasada: el permanente año “horribilis” en el que vive desde que murió su marido y se convirtió en una viuda estandarte, ha recrudecido su intensidad desde que estableció una tórrida relación con el entonces alcalde de Marbella, hoy recluso en Alhaurín.

Si antes ya era duro estar en boca de unos y otros a cuenta de sus amistades íntimas, del eterno dime y direte en el que ha vivido, tras la sonada aparición en el camino del Rocío agarrada de la hebilla del cinturón de su Julián todo ha ido a peor.

Ella habrá sido muy feliz de puertas adentro, pero si ha prestado atención a todo lo que se ha dicho y publicado tiene, por fuerza, que haberse sumergido en una depresión.

El comportamiento inflamable de su hermano Bernardo y algunas declaraciones de su hijo han abierto un innecesario frente familiar; desde Perú le llegaron noticias de la reactivación del expediente en el que se cuestionaba el proceso de adopción de su hija; distintas informaciones hacían referencia a los contratiempos económicos del cierre del restaurante del que era propietaria, y, por si fuera poco, ya son más de una las voces que auguran una implicación de Isabel en el “caso Malaya”.

Ella acostumbra a decir que ha pasado tristezas mucho peores, y puede que sea cierto, tiene razones sobradas para preguntarse por qué siempre está en medio de envidiosos y cotillas, o por qué es el blanco de la ira de unos y la guasa de otros.

Si algún día Isabel tiene que declarar ante el juez –tan sólo como testigo, no como implicada–el revuelo que se organizará frente a los juzgados será tal que superará todo lo visto hasta ahora.

Después de 25 años en la primera línea de fuego, después de haber pasado por todos los lugares posibles, por la vicaría, por el cementerio, por el escenario, las cámaras están preparadas para verla pasar por el juzgado.

Puede que no sea justo resumir la vida de una gran artista de su tiempo en la fotografía del infortunio, pero es la que hay.

Cuando se apaguen los fuegos tal vez podamos hablar de la aburrida vida de una señora más, pero por ahora parece imposible.

Yo, en cualquier caso, le deseo lo mejor. Creo que se lo merece.