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Carlos Herrera  
ABC, 22 de noviembre de 2002
La tribu «atribulada»

El título no es mío. Corresponde al ultimo libelo de Jon Juaristi. Fascinante libelo, por cierto, regado generosamente de una equilibrada proporción de talento, erudición y mala leche, que pretende bucear didácticamente en el acuario pringoso del nacionalismo vasco y que utiliza del recurso literario de un padre al que señalar –sin asomo kafkiano--  las arenas movedizas en las que se ha criado y que a punto han estado de absorberle sin piedad.

Sostiene Juaristi, en medio de un magnífico derroche de sentido del humor, que los padres de aquellos que han muerto jóvenes y que han matado estúpidamente no hicieron más que mentir: cargaron a hombros con la Ley Vieja de aquel chalado visionario llamado Sabino Arana, la transmitieron y ello ocasionó que se acabara pasando a la acción terrorista como consecuencia práctica del nihilismo. Adecuaron metafísicamente Iglesia y Nación, convirtieron el catolicismo en una religión tribal –en etnocristianismo--  y se deslizaron encantados por las rampas aceitosas del racismo: Setién, sin ir más lejos. El mitrado vasco, intelectual dubitativo y escurridizo, jamás ha dado la cara por nadie, dice el autor, aunque muchos tengamos la sensación de que sólo la ha dado, si acaso, por los valientes muchachos de la pistola y la capucha.

Al todopoderoso Partido Nacionalista Vasco y a sus voluntariosos apéndices les ha venido el franquismo como anillo al dedo. De hecho, son de los pocos que siguen hablando del franquismo con la metódica costumbre del goteo malayo, a pesar de que este se suicidara políticamente en el año 77: la victoria de la República hubiera supuesto el fusilamiento inmediato de los que se rindieron en Santoña