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Carlos Herrera  
ABC, 24 de marzo de 2006
Mal empezamos

Causa cierto desaliento observar los primeros movimientos de este ejército de cursis que se ha movilizado con motivo del anuncio de «alto el fuego» que ETA ha hecho público pocas horas después de que, como dijo Artur Mas, las Cortes hayan reconocido que Cataluña es una nación. La ausencia de matices críticos en el análisis de algunos hippies ideológicos invita a un baño melancólico que nos lleva, inevitablemente, a la desmoralización. Cualquier atisbo de inquietud ante un comunicado en el que no se anuncia la entrega de las armas ni la rendición es calificado como propio de un «enemigo de la paz», a la que, supuestamente, no le estaríamos dando ninguna oportunidad. Es lo que hay y lo que toca. Pero más allá de esta colección de mecheros encendidos en la noche musical, la apariencia de cohesión que han mostrado los partidos políticos y, especialmente, el Gobierno y la oposición, resulta tan edificante como poco aparente de consistencia. No se trata de ser cenizo, es que el margen de maniobra es estrecho y casi imposible. A no ser que los planes del gobierno sean inconfesables, jamás se le podrá brindar a ETA el precio que exige en este comunicado de marras: ni autodeterminación ni territorios son contemplables por un estado en condiciones. Con lo que habrá que sospechar que hay un exceso de teatralidad en las palabras de los terroristas y que ya saben hasta dónde va a llegar Rodríguez Zapatero: habrá una reforma de estatuto, un reconocimiento del carácter nacional del País Vasco y un par de transferencias más. Unido a la independencia económica que ya tiene gracias al célebre cupo, el País Vasco sería casi un estado. Un referéndum colmaría el proceso. Y otro en Navarra a cuenta del «amejoramiento del fuero» se añadiría para completar la exigencia de la territorialidad. ¿Tendrán bastante con eso los chicos de ETA? Yo, desde luego, no tengo la respuesta.

Pero mal empezamos cuando, además de la batalla semántica permanentemente perdida y caracterizada por fórmulas estomagantes como «démosle una oportunidad a la paz», el fiscal general del Estado les recuerda a los jueces que, si ETA está en tregua, ellos también deben estarlo. Y por si fuera poco, José Blanco remataba la jugada aseverando ayer que los jueces «deben remar en la misma dirección», es decir, apuesta claramente por el aserto de que la justicia se aplica según convenga. En el caso del fiscal ¿eso es invitar a la prevaricación? En el caso de Blanco, ¿es un aviso a navegantes de lo que nos espera? Es decir, ¿nos espera un proceso de constantes gestos algodonados, de mesas repletas de partidos ilegales, de presos prematuramente acercados a sus domicilios?

Hemos sabido, y ello no fomenta nuestro optimismo, que este comunicado es el producto de cuatro años, cuatro, de negociación entre Eguiguren, socialista vasco, y los sucesivos miembros de Batasuna. O sea, en cuanto fue liquidado Nicolás Redondo Terreros, los socialistas se pusieron a negociar, y el tránsito ha acabado en este panfleto, cuyos «cómo» y «cuándo» también han sido motivo de negociación. De negociar tras el telón ahora pasamos a la negociación -o los «contactos», para ser más justos y no deslizar la idea de cesión que conlleva la idea de «negociar»- bajo los focos de la curiosidad y de la fiscalidad pública. Sólo cabe llenar el zurrón de esperanza, que no de candidez, y de generosidad, que no de irresponsabilidad.

Mal empezamos, en cualquier caso. Para acabar de hacerlo atractivo, Odón Elorza, el alcalde de San Sebastián, celebró alborozado el «alto el fuego» con cava y un brindis por los «ausentes involuntarios». Antonio Burgos, tú te creías que se refería a las víctimas y te indignaste ayer en tu columna. Pues ¡qué va! ¿