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Carlos Herrera  
El Semanal, 24 de abril de 2006
La gracia de Manolo Melado

Cuenta en su libro cuántas bromas tienen que aguantar aquellos a los que el Creador los dotó de una voluminosa azotea
 

La gracia como tal conocida no deja de ser un estado del espíritu que se traduce en el don de la oportunidad, en el acierto del gesto, en la elección de la palabra adecuada. No hay nada peor que un ‘gracioso’, pero no hay nada mejor que un tío con gracia, alguien que sabe sacarle punta a los contextos con tan sólo dos palabras. Manolo Melado es de los segundos, de los que no necesita un chiste para invitarte a la carcajada o la sonrisa más sutil. Es barbero. Y muchas más cosas; entre ellas, notable locutor, buen compositor y mejor animador social. Creador de letras de sevillanas memorables –y algunos poemas nada despreciables–, Manolo ejerce de locutor de ambiente en el campo del Betis, ora recitando las alineaciones, ora avisando de que viene la grúa. Su forma de anunciar a los jugadores béticos por los altavoces del campo ha traspasado fronteras y nos tiene en vilo a la afición por saber qué rima acaba de inventarse para glosar a cada uno de ellos. «¡¡El contrario está asustao, porque en el centro juega… Assunçao!!», dice del moreno media punta verdiblanco. «Elegante y exquisito, en la defensa... ¡¡Juanito!!», y ruge el campo aclamándolo. Para presentar a un lateral de pulido aspecto suelta: «Por la bandini, el guapo... ¡¡Castellini!!». Y así. Ahora acaba de editar un libro imprescindible, Ríete del mundo (RD Editores), en el que relata aquello que ha vivido en los sillones de su barbería, sita en una calle en la que hay dos funerarias y algunas floristerías especializadas en coronas mortuorias a la que Melado propuso cambiar su nombre original por el de ‘avenida de Tós Sus Muertos’. Se lo dijo a Manolo del Valle, alcalde por entonces de la ciudad, al que la guasa sevillana le había mudado el apellido por el de ‘Manolito del Bache’ a cuenta de las mil obras callejeras coincidentes con la Expo del 92. Manolo, que es el encargado de la jeroglífica obra diaria de peinar a ‘DonManué’ –Lopera para el resto del mundo–, trabajo por el cual habría que premiarlo con la Medalla de Oro al Arte Contemporáneo, está ahora más que harto de las sevillanas que se componen y que sólo cantan tragedias cotidianas, en lugar de las habituales exaltaciones a Sevilla y sus cosas. Las llama «Sevillanas de Tanatorio» y tiene más razón que un santo. Autor de piezas popularísimas como «Mírala cara a cara, que es la primera» o «Se me va, el alma tras las carretas, se me va, se me va, se me va...» –al que algunos grupos han cambiado la letra y la cantan diciendo «Se me va, el autobús del Parque Alcosa, se me va, se me va, se me va»–, Melado es un clásico que nos entronca con una Sevilla que nunca acaba de morir gracias a tipos como él. Dotado de una cabeza considerable –no sólo en su dimensión intelectual–, cuenta en su libro cuántas bromas tienen que aguantar aquellos a los que el Creador los dotó de una voluminosa azotea, caso de nuestro querido Gregorio Conejo, consejero del Betis y amigo de siempre, a quien el llorado Paco Gandía le dijo un buen día mirándole la cabeza: «Gregorio, hijo, si a ti se te olvida algo es pá matarte». Un amigo suyo, de esos que jamás tendría problemas para rematar córners, fue a comprarse una moto de gran cilindrada, carísima y, al concluir la operación, le pidió al dueño del concesionario que le regalara un casco. Éste, mirándole detenidamente el contorno, le contestó: «Me parece que me sale más a cuenta que me compres el casco y yo te regalo la moto». Algunos cabezones que visitan su peluquería son los primero