artículo
 
 
Carlos Herrera  
Diez Minutos, 2 de marzo de 2006
Un amor público y notorio

Querido Pepe: es un contratiempo, pero tienes que entenderlo. Cuando uno es famoso, popular, conocido y/o estimado y pasea por una playa cariñosamente en compañía de otra persona de características similares, lo más habitual es que le llame la atención a alguien.

Eso os ha ocurrido a ti y a Vicky Martín Berrocal, pareja inusitada que ha irrumpido de forma efervescente en el panorama mediático gracias a la exclusiva publicada por DIEZ MINUTOS después de que fuera sorprendida en actitud cariñosa en una playa ibicenca.

Sigo. Le puede pasar a cualquiera, pero si eso mismo le ocurre a un fontanero de Moratalaz y una administrativa de Alicante nadie más allá de sus íntimos tendrá noticia del hecho. En este caso, le ha ocurrido a un periodista significado y a una joven a la que la popularidad le ha sobrevenido desde su matrimonio con un torero particularmente popular. Su relación, pues, es noticia. Yo lo lamento, pues soy buen amigo de los dos y sé que habrían querido que su calentón afectivo quedara entre los estrechos límites de la discreción, pero eso, en la sociedad de la información que tanto ha trabajado mi querido Pepe, es tan difícil como poco posible.

La pareja es vistosa y atractiva y, por lo visto, nació después de un encuentro entre amigos comunes, como suele ocurrirle a casi todas las parejas. Dicen que lo peliagudo del caso estriba en las relaciones pendientes que, aseguran los observadores habituales de la cuestión social, aún sostiene el magnífico Pepe con una joven de su ámbito profesional: en cualquier caso es evidente, más allá de asuntos que pertenecen a la órbita de un acuerdo entre adultos, que dos personas ya crecidas, sin ligazones estructurales y con visión suficientemente amplia de las relaciones personales como para establecer los nexos de unión que consideren oportunos, pueden pasearse por las playas que quieran en la actitud que consideren más adecuada. Nada que añadir. Pero, con todo, deben entender el regocijo que causan entre sus seguidores. Sé que no es un plato de gusto verse fotografiado en una revista de alcance mundial con tu pareja recién estrenada en pleno arrebato pasional, pero ése es el peligro de las playas frecuentadas por avistadores de la actualidad.

No creo que deban darle mayor importancia. Si acaso, guardar prudencia en determinadas apariciones públicas con tal de evitar el exceso de avidez informativa, que también lo hay, o el ensimismamiento fotográfico. Y, por demás, disfrutar de su acaloramiento, que para eso estamos en este mundo.