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Carlos Herrera  
El Semanal, 18 de junio de 2017
Imbecilidad idiomática

Sorprende -o no tanto- que la riqueza idiomática de España sea un motivo encrespado de conflicto incluso allá donde no lo había sido tradicionalmente. Se ha desatado, en determinados territorios fáciles de identificar, un pavoroso odio al español enmascarado en la supuesta protección del idioma autóctono. Eso ha ocurrido en la Cataluña oficial y ha sido comida de ración diaria en la política nacionalista sectaria y xenófoba del establishment político de esa comunidad: digo bien, política y oficial, y no popular o ciudadana, ya que la gente en la calle se expresa como le parece oportuno sin que ello no suponga más conflicto que el inevitable. Sin embargo, desde la llegada de formaciones políticas que combinan el nacionalismo más cerril y la ideología de izquierda revolucionaria, lo que nunca era conflicto lo empieza a ser en dos comunidades de tradición tranquila en el aspecto idiomático. Comunidad Valenciana y Baleares. Basten algunos ejemplos.

Uno de los directivos del IVACE, Instituto Valenciano para la Competitividad Empresarial, nombrado por la cuota parte de Compromís, debía recibir uno de estos fines de semana a un embajador sudamericano de visita en la capital al objeto de cerrar algunos acuerdos relacionados con ambas administraciones. El directivo en cuestión advirtió a los funcionarios de su instituto que él siempre hablaba valenciano y no pensaba apearse de esa costumbre, mucho menos para hablar nada menos que castellano. Los funcionarios le dijeron que el embajador peruano hablaba español y pareciera absurdo no mantener la reunión en ese idioma. El gilipollas de Compromís dijo que buscaran un intérprete, pero que él usaría el valenciano. Finalmente, los cargos inmediatamente inferiores decidieron asumir la reunión y fueron ellos los que atendieron al embajador. Ignoro si cerraron algún trato, pero hubiera dado una fortuna por asistir a la perplejidad del diplomático ante semejante estupidez. Sin comentarios.

En Baleares, cuatro talibanes miembros del consejo universitario que activa las pruebas de selectividad han dimitido de sus cargos por la decisión del Rectorado de permitir que los alumnos que lo soliciten puedan examinarse en español, concretamente por poder acceder a las preguntas e instrucciones del examen en ese idioma, por lo que se sabe, también oficial en esa comunidad. A lo que se ve, consideran que permitir el uso del español es «atacar la normativización del catalán y convertirlo en un idioma folclórico y tal y tal», considerando que la normalidad consiste en que no se pueda hablar uno de los dos que, por cierto, también se usa con toda normalidad en las calles de las islas, donde la gente es más normal que esos cuatro descerebrados. No alcanzan a comprender que el uso de los idiomas, en su relación con la administración de las cosas, es una forma de ejercitar la libertad. Yo soy libre en Baleares o en Canarias o en Vizcaya de relacionarme con los demás en cualquiera de los idiomas oficiales, y eso no me lo pueden negar sectarios terroríficos empeñados en la imposición de una lengua sobre otra. Imaginen ustedes que haya que explicarle a un Noruego que en una parte del territorio español prohíben a un alumno examinarse en español. Máxima perplejidad.

Se trata no tanto de impulsar el uso de lenguas «propias» -curiosamente en el caso isleño, mediante triunfo del pancatalanismo, no de la particularidad balear, sino del catalán puro y duro-, sino de exterminar del uso oficial la lengua común de los españoles, como ocurre también en Valencia desde que el gobierno «del cambio» derrumbó la posibilidad de estudiar en tres idiomas, valenciano, castellano e inglés, para obligar a todos los educandos en escuela pública a hacerlo exclusivamente en la lengua en la que el directivo del IVACE pretendía negociar con un embajador del Perú. No descarten que estupideces de este jaez comiencen a ser pan nuestro de cada día. La cosa comenzó en Cataluña hace muchos años, donde el Dalai Pujol prefería hablar en un congreso en inglés con un filipino de exquisito dominio del español antes que hacerlo en el idioma común que compartían. Atentos también a Navarra y a la imposición del vascuence que pretende el gobierno de detritus que allá se ha formado. Y así…