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Carlos Herrera  
Diario Sevilla, 12 de diciembre de 2005
Kioto 2

Como si se tratara de una espantada profecía de Nostradamus, el científico James Hanson ha predicho que sólo nos quedan diez años para frenar el calentamiento de la Tierra. Hanson ya advirtió en el 80 lo del efecto invernadero.

El Apocalipsis bufa en nuestras nucas que siguen dando la espalda a la realidad que clama. Han llegado los deshielos a la Antártida Oeste, al Glaciar Perito Moreno en la Patagonia argentina, la escasez del agua es una realidad; se avecinan megasequías por décadas, la temperatura aumenta irreversible como la violencia de los huracanes, las lluvias y tormentas alcanzan torrentes récord, el nivel del mar encolerizado en tsunamis sube inundando las costas del todo el mundo y las especies marinas que se convierten en dinosaurios –como esas gigantescas medusas que aparecieron en Japón con dos toneladas de peso y que multiplicada por cien su densidad normal tienen atemorizados a los pescadores nipones– invaden ya los océanos.

Pero todo ello, todas las advertencias científicamente probadas por Hanson –no sé por qué le creo a él– son tiradas por el suelo por otros homólogos que ríen sus alertas. Un grado más, según Hanson, y el futuro cambio climático será presente. Un nimio grado más y experimentaremos, nosotros, y no las futuras generaciones por las que ni sentimos ni padecemos, cambios climáticos nunca vistos en medio millón de años adelantándose y mucho a lo que hasta ahora se decía.

Esta premonición del científico en cuestión saltaba a la prensa a la par que en Montreal los responsables de Medio Ambiente de más de cien países se reunían para establecer, como si se tratara de una serie cinematográfica de Terminator, un Protocolo de Kioto 2, una revisión a la baja del primero y así poder integrar la postura reticente de EEUU. Postura cambiante la de Bush, quien ya aceptó varios puntos en julio ahora rechazados y por la que la Conferencia mantiene un pulso a ver quién se cansa antes y que no debe justificar sólo sus incumplimientos, sino los nuestros también.

Aún quedan esperanzas y con la rapidez con la que el Gobierno retira tropas, aprueba leyes sociales y prohíbe fumar "hasta a los de izquierdas" –señor Zapatero, que se quedó tan ancho diciendo que fumar era de derechas y su gabinete echa más humo que el volcán Cotopaxi de Ecuador– debería hacer una política energética eficiente, especialmente para automóviles, combinada con métodos para controlar los gases invernadero como el metano, tal y como recomienda el Nostradamus del siglo XXI. Yo no sé ustedes, pero cada vez que se acercaba una profecía del vidente me lanzaba al súper a comprar todas las velas previas a la vaticinada oscuridad del cielo que nunca llegó y de la que tanto me reía después del quebranto.

No hay conciencia social ni política. Vivimos en la incredulidad y la nefasta improvisación.

Mariló Montero