artículo
 
 
Carlos Herrera  
Diez Minutos, 15 de diciembre de 2005
Fran y novia... noticia y morbo

Qué habilidad la de Francisco Rivera Ordóñez.

Mira que hay chicas y chicas en el mundo: pues por segunda vez se queda en el mismo entorno de siempre.

Jolines, Francisco, tienes que contármelo una tarde que andemos largos de tiempo: con la de gente que conoces vas y te obnubilas con una prima de la mujer con la que te desposaste.

Di tú, es verdad, que el amor no conoce otros compromisos que los de la atracción inevitable, pero los adultos, si queremos, sabemos cómo evitar determinadas situaciones embarazosas.

La joven con la que se relaciona al torero es una agraciada señorita de la que sabíamos tan sólo su pertenencia a un árbol genealógico completísimo y que, ahora, ha entrado en la vorágine imparable de la actualidad.

Supongo que ya se lo imaginaba saliendo con quien sale. Y siendo prima de quien es, más.

Qué más quiere el personal que una historia tan completa como ésta: torero casa con aristócrata, torero rompe con aristócrata, aristócrata se une a un joven conocido experimentando tórridas escenas de amor, torero empieza a salir con amiga de la infancia que lo es, a su vez, de la aristócrata, torero rompe con amiga de la infancia y comienza a salir con prima de la aristócrata…

Desde el entorno de la aristócrata reaccionan con la consabida resignación de quienes afirman temerse lo peor, a excepción de la gran duquesa, que sigue fiel a su cariño por el torero.

Desde el entorno del torero se encogen de hombros y dan a entender que cada cual es muy libre para enamorarse de quien quiera.

En ambos se exige, eso sí, que se les deje tranquilos, cosa que resulta, evidentemente, imposible.

Vean, si no, las portadas de los medios, los reportajes en televisiones: todo parece pasar por esta nueva e intensa aventura de Francisco.

Si el torero, huelga decirlo, se hubiese enamorado de una paseante de origen ajeno a su entorno seguiría siendo noticia, claro, pero ésta estaría desprovista del morbo.

Qué más pueden querer los buscadores de perlas que el cruce de fotografías de unos y otros, las reacciones más o menos airadas, las casualidades escénicas, las declaraciones esquivas que realizan algunos de los perseguidos por una cámara a la salida de un portal…

Si es que se lo “ponen a huevo”. En cualquier caso, el torero tiene que prepararse para la nueva temporada que en un par de meses asoma por el calendario. Eso es lo importante.

Los amoríos suelen despistar a los toreros, pero también les dan confianza en el triunfo, con lo que esperemos que, en esta ocasión, el ruido no supere el nivel de tolerancia imprescindible para centrarse en lo que sabe bien hacer nuestro amigo: jugarse la vida en los ruedos, no en los cortejos.