¿Quién es el candidato para relevar a Rajoy? ¿El Iglesias de las simplezas o algún mamporrero cazado al vuelo?
PIROTECNIA. No artillería. Los maestros pirotécnicos de Valencia o Asturias son unos tristes aficionados comparados con la eficacia cohetera de Pablo Iglesias. La moción de censura contra el gobierno de Rajoy es, ya sabemos, una moción contra el PSOE. Si Iglesias hubiera querido, Pedro Sánchez hoy sería presidente con los votos de Ciudadanos y su abstención. Incluso si el PSOE no hubiese reaccionado, hoy sería presidente el mismo Sánchez con la anuencia morada y el concurso de toda la purria parlamentaria que habita a la izquierda del Manzanares. No se trata de eso: se trata de clavarle un rejón a los socialistas en un momento en el que se debaten entre guatemala y guatepeor. La moción, como hoy se señala por doquier, no es al gobierno de Rajoy: la moción es a lo que va quedando de los socialistas. Se trata, como podemos imaginar, de infantilizar la política y hacerlo todo simple, atractivo, fascinante para una sociedad política que peca de un infantilismo alarmante.
Esta moción no tiene como objeto socavar la estabilidad del Partido Popular, tan desorientado él por los golpes sin fin que le da toda investigación judicial que se precie, sea mediante «jueces del pueblo» o jueces razonablemente normales. La moción busca erizar la sensibilidad encontradiza de los socialistas, dividida entre los que permitieron a Rajoy gobernar y los que viven en el no es no. Todo mal inoculado al auténtico enemigo de los podemeros quedará justificado por la gestualidad extrema de esta panda de cuentistas. El PSOE podrá poner el grito en el cielo pero debería tomar nota –que lo hará– de que les quieren robar la merienda por el lado izquierdo de la mesa.
Un partido, o lo que sea eso, gobernado por políticas meramente emocionales, por la ira estética de los tiempos, desea evidenciar su apuesta binaria: los buenos son unos y los malos son otros: ¿de qué lado estás PSOE? ¿Cómo vas a responder a esto? Los aspavientos airados son comprensibles, pero explica tú ahora que no quieres echar a Rajoy, el líder de esa banda que lleva robando a los españoles pobres, a los maltratados por el neoliberalismo, desde que todo esto empezara. La moción obliga a los socialistas a inventarse un argumentarlo a la contra de quienes quieren remover del poder a un partido carcomido por los escándalos. Y a hacerlo en pleno debate de reconstrucción, en plena pelea de apocalípticos e integrados. Demasiado para estos muchachos del puño y la rosa. Desde el primer día, la alegre muchachada de las flores y los buses ha apostado por el espectáculo. La política es un inmenso plató de televisión en el que siempre contarán con el tonto útil que les va a justificar, bien en forma de periodista colega o bien en forma de juez del pueblo demócrata. Importa exclusivamente el ruido, ya que siempre habrá quien lo acredite y lo argumente, quien lo amplifique, quien lo debata. La moción no pasa de ser una cacerolada, pero España es un país en el que abundan los militantes de cacerola, en forma de estúpido líder mediático o de seguidores mimetizados manejando discursos calcados, de consigna, de frase corta, de ciento cuarenta caracteres. Ese es el ejército que la gentecilla de Podemos, conocedora de la influencia de los cómics, dispone a batirse el cobre a base de teatralizaciones adolescentes.
Por demás: ¿quién es el candidato que proponen para relevar a Rajoy? ¿El Iglesias de las simplezas o algún mamporrero cazado al vuelo? No tengo por menos que acordarme de la moción que, en su día, elaborara el PP de Hernández Mancha (perdóname Antonio por compararte) contra Felipe y la respuesta de éste definitiva cuando le preguntaron su opinión: para el Gobierno esto entra en el capítulo de «varios». Esto ni siquiera se acerca.