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Carlos Herrera  
El Semanal, 9 de octubre de 2005
Arpones contra el pensamiento simple

La única forma de reconocer al necio es observando la cantidad de tópicos con que se expresa

 

Vengo de pasar un fin de semana delirantemente divertido gracias a un tipo joven y calvo que se asoma por la solapa de un libro sencillo, pero impunemente demoledor para con el pensamiento simple. Que tanto abunda. El tipo se llama Jesús Cotta, es profesor de ética y filosofía y ha escrito un tratado sobre los tópicos más comunes que se manejan en las conversaciones cotidianas. Sostiene el nota que la única forma de reconocer al necio agazapado y al mediocre disfrazado es observando la cantidad de tópicos con que se expresa: de esa forma, el simple disfraza su falta de musculatura razonadora gracias a un buen número de frases biensonantes que pronuncia con el convencimiento de estar dictando una clase magistral de filosofía parda. Lo explica claramente en su prólogo.

Frases como «Yo soy partidario de la libertad, pero no del libertinaje» o «Antes la fruta sabía a fruta» o «La belleza está en el interior» o «Fue un hombre crítico que luchó siempre contra las convenciones», en realidad quieren decir cosas muy distintas a las que dicen.

La primera frase, sostiene Cotta, es tan insustancial como querer decir: «Yo soy partidario de los institutos, pero no de las instituciones».

La segunda es suponer que todo es artificial y nada sabe a nada, cuando no consideramos aquellas bazofias que no hemos comido y que la memoria ha conseguido olvidar.

La tercera es síntoma de moderado cinismo –que levante la mano quien sólo quiere tener belleza interior– o es un farol de modelos para dárselas de pensadores.

La cuarta, debidamente traducida por el autor, quiere decir exactamente: «Fue un tipo jodido, caradura y sucio, que se tiraba cuescos en público y se reía de la gente porque se creía superior a todos».

Otra genialidad del libro: «En Suecia, que tiene el nivel de vida más alto del mundo, hay más suicidios que en ningún otro sitio». Traducido, quiere decir que ser pobre es una suerte, con lo que el autor le pregunta al lector: ¿Usted qué prefiere: vivir como los suecos aunque de cien mil personas se suiciden diez o vivir como los bantúes aunque de dos millones se suiciden sólo dos personas?

Lo antedicho, más el razonamiento de que los que «llaman al pan pan y al vino vino» no obran así por su sinceridad, sino porque no conocen más que el pan y el vino, constituye algunas de las perlas sueltas de un sujeto políticamente incorrecto que se atreve a deshacer fraseologías simplistas con el arpón definitivo de una sensatez aplastante. Feroz con los «hiperauténticos» y los creadores del «sé tú mismo», Cotta no perdona a aquellos que manejan otra de las más desafortunadas y habituales frases de autopropaganda que no pocos sujetos te espetan así te conozcan: «Yo voy con la verdad por delante y digo las cosas como las siento, moleste a quien moleste». Bien: «¿Y a nosotros qué nos importa lo que usted sienta, don Sincero?». A ése, efectivamente, nunca puedes decirle las cosas como ‘’ las sientes porque es capaz de partirte en dos, como suele ocurrir con los apologetas de la corrección política al uso, que parecen haber aprendido un par de conceptos difusos en el mercadillo de las ideologías y con eso sobreviven. Qué decirle al que te espeta que «Es mejor para un niño vivir con una pareja homosexual que vivir con unos padres que le pegan».

Obvio es preguntarse por qué hay que suponer que los padres heteros pegan y los homosexuales son delicadísimos. Y me quedo con dos consideraciones políticas de una sensatez aplastante: «Yo soy apolítico», que viene a querer decir que soy más listo que los otros millones de ingenuos que votan creyendo que eso sirve para algo, y «Viva Andalucía Libre», que es la versión moderna de «España, Una, Grande y Libre» y que invita a una repregunta inquietante: ¿acaso voy a ser más libre porque Andalucía se independice? Coincido con Cotta en que esa manía de declarar libre a los entes suprahumanos como si fueran personas es una majadería que perdura de generación en generación.

Me llevaría así un buen rato más, pero se me acaba la página. El libro se titula Topicario, es de Editorial Almuzara y resulta de lectura obligada para los tiempos que corren, tan difusos y eté-reos. Aunque quizá esto último que he escrito no deje de ser un topicazo que como me lo pille Cotta me lo descuartiza y me deja en evidencia.