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Carlos Herrera  
Diez Minutos, 29 de septiembre de 2005
Alonso, modelo y orgullo para todos

Damos por inaugurada la “Alonsomanía”.

Todo lo novedoso, a partir de ahora, llevará su nombre o lucirá su rostro: con veinticuatro años, campeón de Fórmula Uno, Fernando protagoniza la insólita novedad de ver a un español en la cúspide de un deporte --o lo que sea-- en el que jamás habíamos pintado nada.

No somos gran cosa en las competiciones por equipos, véase el fútbol, por ejemplo, en el que somos especialistas en desmerengar ilusiones año tras año; pero sí somos unos fenómenos en el deporte ejercido por solistas: desde Ángel Nieto hasta este Fernando o desde Santana hasta Nadal, siempre existió un tipo genial que nos metió a todos sus seguidores en un podium.

Piensen en Induráin, en Paquito Fernández Ochoa o en Fermín Cacho, solitarios genios de lo suyo, en contraste con selecciones que siempre parece que van a llegar a algo y, realmente, no llegan a nada.

Alonso es, además, el ejemplo claro de lo que nuestro país ha ido cambiando: en mi juventud, los nombres que sonaban en eso de las carreras de coches era Clark y Stewart primero, y Alain Prost y Nikki Lauda después, y ni por asomo parecía que nosotros pudiéramos pintar nada ahí en medio.

Las cosas cambian y, de pronto, aparece un asturianín y se coloca entre los veintiocho tipos que han logrado ser los más rápidos en un circuito.

Imprevisible pocos años atrás y una realidad ahora.

Existe, por lo tanto, un legítimo derecho al orgullo compartido, y eso y no otra cosa es lo que hizo que las calles de Oviedo reventaran de alegría la tarde del pasado domingo.

Si a cualquiera de los que descorchaban botellas de cava les hubiesen dicho poco tiempo atrás que iban a celebrar así y allí el resultado de una carrera de coches no se le hubiesen creído.

Los nuevos deportistas españoles se han sacudido complejos y malditismos.

Demuestran, en pocas palabras, que todo se puede lograr aplicando estrategia, conocimiento y condiciones.

Ya no hace falta sacar la raza y todo aquello, vengo a decir.

Fernando ha mostrado temple y contención, sabiduría propia de otras edades: yo, con esa edad, viendo el triunfo tan cerca, hubiese pisado a fondo el acelerador arriesgando al límite.

Él no: hizo la carrera que debía hacer, aprovechando los fallos del adversario, sin hacer locuras, sin precipitarse… y ganó.

Fernando se va a convertir en un modelo para la juventud, lo cual es extraordinario si es capaz de transmitir esos valores antes citados, y en un rostro que no dejará de aparecer en todos los anuncios posibles.

Alonso hasta en la sopa.

Pero bienvenido sea. Bienvenidos los campeones.

Los españoles, especialmente.