El mensaje cambia de soporte, lo cual hace que nos preguntemos si también cambia el mensaje
MARTY Baron, director del «Washington Post», ha venido a España de la mano de la excelente Universidad de Navarra a impartir algunas charlas profesionales que han abierto unos cuantos debates sectoriales ciertamente interesantes. Este tipo no es cualquiera. Ha dirigido el «Boston Globe», el «Miami Herald» y ahora el periódico que pasó de las manos de la familia Graham a Jeff Bezos, el propietario de Amazon. Digamos que de aquel rotativo que consiguió con sus informaciones la dimisión de Nixon quedaba poco antes de que Bezos aterrizara en la propiedad ante la sorpresa general en la comunidad periodística. Contrató a Baron y este reorientó el periódico, impulsó y dinamizó la redacción y redefinió los objetivos: hoy, después de no poco trabajo, lo ha colocado a la altura de los más grandes de EE.UU. y del mundo entero. Almacena, por demás, diez premios Pullitzer logrados bajo su amparo, lo cual resulta un balance nada despreciable.
No hubo más remedio que preguntarle si se sentía uno de los seres humanos más deshonestos de la Tierra, que es lo que Trump dijo de la prensa estadounidense y, por extensión, de toda la del resto del mundo (ciertamente, no todos somos ejemplares, pero tanta contundencia levanta sospechas). Trump ganó las elecciones contra los demócratas, contra los propios republicanos y, sobre todo, contra la prensa, de tal manera que cree que no la necesita y puede permitirse el más absoluto de los desprecios. Poco que ver con Jefferson, que dijo que prefería periódicos sin gobierno que gobierno sin periódicos. El presidente de hogaño cree que la prensa está contra él… y probablemente está en lo cierto, pero con ello va a tener que torear. Baron templa las fiebres que sacuden fuera de USA y advierte de que, aunque la libertad de prensa pueda estar en peligro, ellos van a escudriñar con lupa la ejecutoria de la nueva Administración para ofrecerle al lector norteamericano toda la información que compete a su Gobierno. Hoy que se sigue hablando del muro (y del desprecio a Peña Nieto, presidente mexicano, que ha suspendido la visita a Washington), Baron recuerda que muchas de las cosas que firma estos días Trump deberán tener la aprobación del Congreso… que dentro de dos años puede cambiar de mayoría. Convendría no teatralizar en Europa tanta indignación como si hubiésemos votado de verdad por Hillary.
Pero las reflexiones, a mi entender, con proyección más interesantes han sido las que Baron ha realizado acerca del futuro del periodismo y de los formatos que hemos conocido hasta ahora. Aquellos que nos hemos criados envueltos en papel de periódico no queremos ni siquiera pensar en el día en el que el papel sea un recuerdo emotivo. Y puede pasar. Este ABC que sostiene en sus manos, grapa incluida, puede tener los días contados, según Baron. A usted le gusta desayunar con los dedos en la tinta de la noche anterior, pero dígame cuántos jóvenes (y no pocos adultos) no han abierto un periódico nunca en su vida. El mensaje cambia de soporte, lo cual hace que nos preguntemos si también cambia el mensaje, pero, independientemente de ello, periódicos como WP o ABC pasarán en no poco tiempo a ser leídos en el móvil o en las tabletas, como ya ocurre ahora de forma más liviana: no es lo mismo la Tercera hoy de Mari Pau Domínguez sostenida en el papel que leída de pie corriendo el dedo por una pantalla pequeña, de acuerdo, pero es el futuro inmediato, que de hecho ya se da. Habrá que aclarar cómo se paga el precio del periódico en una tableta y a qué se tiene acceso, que es el gran problema de este asunto. Si eso se resuelve, el papel fallecerá antes de lo previsto. A Baron no le duele. A mi sí.