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Carlos Herrera  
El Semanal, 22 de enero de 2017
LaYihad Arrocera

El pobre Rob Schneider pidió disculpas, pero lo hizo a ¡los sevillanos!, que no a los valencianos. Más cachondeo

Todos los que andamos alrededor de este artículo sabemos lo que es un paellicidio. Bien porque lo hemos cometido nosotros o porque lo han cometido con nosotros. La paella es uno de los pilares de la marca España, como el buen vino o el cante flamenco, pero en su nombre se cometen no pocos excesos. La paella es, en primer lugar, el recipiente, que no la paellera, que en su caso será la señora que la cocina; en segundo lugar, no todo arroz en paella es arroz valenciano estrictamente dicho. La paella valenciana es pollo, conejo y verduras, con licencia para algún caracol. Lo demás son arroces. Y no digamos si esos arroces se hacen en ollas o en cazuelas de barro: serán arroces magníficos, pero no serán paellas.

El pobre del actor norteamericano Rob Schneider subió un tuit hará unas semanas en el que se mostraba muy orgulloso de la ‘paella’ que acababa de cocinar. El espanto se traducía en una fuente de cristal con algunos bichos marinos y un arroz con pinta de precocinado que ¡iba a meter en el horno! El pobre de Rob no sabía que la Yihad Arrocera se le iba a echar encima y que le iban a decir de todo por semejante engrudo. Tanto fue que el pobre pidió disculpas, pero lo hizo a ¡los sevillanos!, que no a los valencianos. Más cachondeo. Es verdad que Sevilla es la provincia productora de arroz por excelencia, pero la paella propiamente dicha no se le debe arrebatar a Valencia, a pesar de que en la capital del Turia puedas comerte una excelencia en Borja Azcutia o una excrecencia en algún otro sitio que me callo. En Sevilla, a pesar de la cantidad, la calidad no ha brotado hasta que Otaola se ha puesto a hacer arroces en el Mercado de Triana y en el del Porvenir, tan provechosamente como otros que lo han intentado con algo de éxito, pero casos contados. Schneider lo que hizo fue, sencillamente, un arrocito, que es lo que los españoles experimentamos con lo que tenemos a mano; lo que pasa es que el actor norteamericano le echó, como digo, un espantoso arroz precocido, lo que encontró en la línea de congelados y puede que hasta algo de aceite de cacahuete, ese detritus por el que habría que encarcelar a alguien. No sé qué pensaba que le iba a salir del horno, pero al parecer lo metió y esperó pacientemente a lo que pudiera salir de ahí.

Al cocinero inglés Jamie Oliver le pasó algo parecido cuando publicó otra ‘paella’ que había cocinado con chorizo y zanahoria. La Yihad le dio de lo lindo. Oliver se disculpó diciendo que la receta se la había proporcionado una abuela española, lo cual podía ser cierto. El error estuvo, de nuevo, en llamarlo ‘paella’. Arroces con algo de chorizo yo los he probado y bien buenos. Mi amiga Nines, de Casa Perico en la calle de la Ballesta de Madrid, hace un ‘arroz a lo cutre’ delicioso, en cazuela, que, entre otras cosas, lleva algo de chorizo. Y te chupas los dedos. A Oliver lo vi yo en televisión hacer un alioli a mano con un poco de azafrán que tenía una pinta excelente, o sea, que muy malo no es.

Hay quien al arroz le echa de todo, menos el ninot indultat. Es legítimo y a buen seguro estará muy bueno, pero en arroces, como en tantas cosas relacionadas con el minimalismo, menos es más. Empanzurrar de sabores el arroz no es garantía de que vaya a quedar más sabroso, como bien sabemos. El equilibrio elegante de una paella –o de un arroz en sus diversas formas– estriba en dedicarle tiempo, productos sabrosos y buena condimentación. Eso no puede saberlo Schneider porque no ha visto hacerlo desde chico y no ha experimentado decenas de fracasos con arroces que creías que iban a ser excepcionales y no pasaban de ser un engrudo incomestible.

Así que, si me lees, no tengas problema, amigo Rob. Todos los que han puesto el grito en el cielo al ver tu ‘paella’ seguro que han cometido más de un paellicidio. Lo que pasa que se callan como putas y se hacen los exquisitos. Try again.