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Carlos Herrera  
Diez Minutos, 23 de junio de 2005
Belén, la diosa de toda periferia

Algunos medios han frivolizado de forma un tanto insensata en el proceso patológico que ha obligado a Belén Esteban, la diosa menor de toda periferia, a permanecer ingresada unos cuantos días en una unidad de vigilancia severa.

Una cosa es que su perfil inspire los mejores momentos de los cazadores de belleza afilada y otra que se desconozca la acidosis metabólica que acostumbra a desarrollarse como consecuencia subyacente de la diabetes.

El síndrome no es ninguna broma (lo recuerdo bien porque fue pregunta de examen y era de las que me sabía) y puede llevarse a alguien por delante.

Esta muchacha, que presenta ante la vida esta imagen de saltadora de cien metros valla con saco incluido, sabe lo que es sufrir las consecuencias de una enfermedad dura como la que la lleva de vez en cuando al hospital.

No es cosa de bromear.

Pero parece que todo lo que toca esta atractiva muchacha tiene que ser observado desde la perpetua ironía: no hay vez que se hable de ella que no se cite una de las frases más rotundas de la España moderna y que es toda una síntesis de las imperativas y añoradas políticas de los tiempos que corrían no ha mucho.

Ese “cómete el pollo” resume en su contundencia el amor de madre y el deber educativo que todo progenitor debe desplegar.

Posiblemente la frase sea inexacta y le sobre o le falte algo, pero es como la conoce el pueblo y como quiere reproducirla: también se tergiversa alguna frase de “El Quijote”, como aquella de “con la Iglesia hemos topado”, que nunca se llega a leer, ya que la auténtica dice “con la Iglesia hemos dado”.

Pero la primera es la que ha quedado ahí y hay poco que hacer.

Como Cervantes hace cuatrocientos años, Belén resulta creadora de la fraseología popular en la España moderna.

Ahora, por lo que se ve, sale recompuesta.

Y no sé cómo, si con novio o sin novio.

Sale depurada y con la lengua a punto de labrar nuevas perlas que acaben convirtiéndose en latiguillos para los adolescentes.

De nuevo será perseguida hasta el portero automático de su casa y escucharemos cómo llama a su mamá y cómo le pide que le abra la puerta con su único e inconfundible acento de la barriada sabrosa.

De nuevo saldrá de noche engalanada hasta el agobio y con falda recortada hasta la cadera alta.

Espectacular siempre, Belén nos arrebatará a quienes la tenemos en altar pagano de las vestales que pronuncian con desgana el participio.
De nuevo, la salud hará de ella una reina de los papeles esculpidos en color y couché y todos gozaremos de su agresiva apuesta por la estética.

Ya que se ha puesto buena, reconozcamos que siempre lo estuvo.

Y perdonen la ordinariez.