artículo
 
 
Carlos Herrera  
El Semanal, 19 de junio de 2005
Jesús Caicedo, alcalde de España

Es capaz de mover la Tierra y el cielo para conseguir los objetivos previstos

 
Surgido de entre un manojo de habas y un bosque menor de tomateras, Jesús Caicedo Bernabé, alcalde de Cuevas del Almanzora, fue propuesto en su día como heredero de José María Aznar al frente del PP. Concretamente lo propuse yo. Con poco éxito, como se puede comprobar, pero con contundente repercusión mediática. ¿Por qué lo hice? Porque Caicedo es capaz de mover la Tierra y el cielo con tal de conseguir los objetivos previstos y porque, además de incansable, tiene ideas originales. Los populares no lo supieron ver: si Caicedo toma el Gobierno central, o articula la propuesta para acceder a él, busca y encuentra el camino más recto hacia la productividad, que es exactamente lo que necesita el país. Salió Rajoy señalado por el dedo del padre, y el resto de la historia ya la conocen ustedes: las elecciones dieron para lo que dieron y Caicedo siguió estrujándose el seso para sacar de aquel hermoso secarral todo el jugo que le deje su talento y que no le reviente la Junta de Andalucía, enemiga número uno de los ayuntamientos que no controla su partido. Visitar y conocer Cuevas, el pueblo de los orígenes de este que suscribe, es conocer la historia de un pasado rutilante con las minas, la plata y el agua y un presente mucho más esperanzador que el que quedó después de décadas de abandono y despoblación. Hoy, el cultivo extratemprano, el turismo y determinadas inversiones han hecho florecer la zona hasta llegar a unos límites sólo recordados por los más viejos del lugar.

 

Precisamente, una de las ocurrencias de Caicedo fue organizar en Hospitalet, Barcelona, un acto multitudinario dedicado a los emigrantes cuevanos que sembraron Cataluña a partir de los años cincuenta buscando una vida mejor y huyendo de la nada. Buena parte de mi familia entre ellos. A La Torrassa llegó Caicedo con la banda y la agrupación musical, con Los Puntos –soberbio grupo del impagable Pepito Grano de Oro– y con kilos y kilos de morcilla –ésa tan dulce, de cebolla, con piñones–, blanquillo y longaniza. Y con no sé cuántos autobuses. Y con ganas de recordarles que su pueblo siempre los esperará en primer tiempo de agradecimiento por el buen nombre de trabajadores que han dejado allá donde han ido. Se encontraron muchos puñados de familias de Cuevas: algunos de ellos no habían vuelto al pueblo desde que se fueron, como el anciano de ochenta y siete años que salió con doce del pueblo y jamás cruzó los setecientos kilómetros que separan Barcelona y Almería. Caicedo lo invitó a que se diera una vuelta este verano a cuenta del Ayuntamiento: cuando lo haga no conocerá, claro, lo que fue el viejo puente camino de Águilas sobre el río y que fue demolido allá por los sesenta, ni el castillo de los Vélez entonces cerrado y hoy abierto como museo hace años, ni los límites ni caminos que llevaban a Villaricos a que los lugareños se bañasen en aquellas playas hoy urbanizadas y solicitadísimas. Como él, muchísimas sillas de ruedas de abuelos esforzados emigrantes, y muchas familias de apodos clásicos: los Mantecas, los Cebollas, los Grillos, los Andurrios, los Caporros, los Gumersindos, los Olulas, los Pues, los hijos de Pepa del Sordo, los hijos de María del Tío Churispo… gente que no se veía desde hacía cuarenta años y que degustó pastafloras del Moisés, los roscos de anís, los de Pascua de Diego el Hornero, las tortas de manteca del Nazario. Era gente que había salido de las pedanías de Cuevas rumbo al norte con una maleta y tres tebeos: de Los Guiraos, de Las Cunas, de Herrerías, del Pozo del Esparto, de Los Lobos. Cubrieron Hospitalet, Cornellá, Mataró, Santa Coloma, El Carmelo…

Se inauguran este día 24 los Juegos del Mediterráneo, que dejarán Almería a la altura que merece. Cuevas va a ser sede, por cierto. Vengan a vernos. Vengan a que les abramos la puerta de un cielo doméstico y sencillo. Gracias, Jesús, hermoso, por haber llevado a los nuestros el cálido aliento de la tierra y de las cosas.

Por algo yo te proponía sucesor…