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Carlos Herrera  
El Semanal, 13 de noviembre de 2016
De la que nos hemos librado

 En la política española, si alguien puede ser rastrero, lo será

Ea, ya pasó. Ya hay Gobierno. No sé si muy bueno o muy regular, pero ya lo hay. Los comentarios acerca de la idoneidad de todos sus miembros dejémoslos de lado, ya que tiempo tendrán de demostrar su eficacia o su incompetencia. No es esa hoy la preocupación. La interrogación viene clara: ¿de cuánto tiempo dispondrá este Gobierno para encauzar las cosas con el consentimiento del Parlamento? El espiral de la política habrá de depararnos situaciones insospechadas, pero convengamos que, de partida, este Congreso de los Diputados está tocado con la mano grasienta de la urgencia populista. Habiendo comprobado el nivel bajuno de alguno de sus representantes, toda sorpresa irritada está de más: lo que la extrema izquierda pueda hacer lo hará. Viene a ser como un remedo de la primera de las leyes de Murphy: si algo puede ir mal, irá mal. En la política española, si alguien puede ser rastrero, lo será.

Hace poco menos de tres años cobró inusitada fuerza el populismo comunista de Podemos. Venían a conquistar la sociedad para cambiarle los polos negativos y positivos y revertirla como los calcetines del eterno ejemplo. A fuerza de repetir consignas baratas y soluciones mágicas a problemas enquistados –agrandados por la crisis–, consiguieron captar la atención de miles de individuos, desde desheredados a clases medias con sentido de abandono, que quisieron ver en la renovada palabrería del comunismo más rancio una solución a los problemas que una descomunal crisis económica les había producido. La culpa de que unos no tuvieran suficiente para vivir estaba en que otros acaparaban todos los recursos. Si A no tenía piscina es porque B la tenía muy grande. Y así.

Los concienzudos partidarios de esta revolución tardía pero urgente no utilizaron demasiado tiempo como para desengañarse del vocerío podemista. Al poco de comenzar su andadura, la formación mostró sus vicios en pantallas de 3D. Demasiada violencia verbal, demasiado artificio, demasiado disimulo, demasiado pasado dudoso... Demasiado cuento.

Una vez desatascado el engrudo y afrontando una incierta época de crecimiento económico –aún no materializado del todo en esferas domésticas–, la política española se dirime en una relación de fuerzas que puede dar al traste con los incipientes beneficios. Los profesionales del cuento han conseguido inocular la idea, en determinados ambientes, de que la ruptura con lo establecido es la única forma de llegar al bien común, a la justicia añorada, a la Arcadia inevitable. Y han establecido un protocolo de actuación que contempla gestos primitivamente subversivos que ya eran antiguos a mediados del siglo anterior. Han llegado al Parlamento y son conscientes de que solo desde la provocación –o embarrando el terreno de juego– van a conseguir la atención de los medios y de la opinión pública: toda perversión de la vida parlamentaria, por tanto, es posible y contemplable a partir de esta fecha. En pocas palabras: lo de estos días en plena investidura puede ser un sencillo aperitivo de lo que esta banda de ‘rufianes’ tiene preparado para los próximos meses.

Conviene saber con quiénes se juega los cuartos la mayoría social española. Hablamos de tipos de no demasiados años que abrazan ideas que ya eran antiguas cuando sus padres jugaban a revolucionarios. Hablamos de individuos que apuestan por el juego sucio de la movilización ‘social’ acosadora, por el aplauso a los amigos de la violencia etarra y por el apoyo a los zafios sujetos activos del odio y del rencor a la España surgida de la Constitución del 78. No digamos por aquellos que apuestan por la desaparición de España como nación y como Estado. Hablamos de la basura dialéctica del simplismo más desolador. Probablemente efectivo para con la baratura de una casta paralela en la que priva por igual la desinformación y el fanatismo, pero basura al fin y al cabo.

Con esta extrema izquierda de histriones, bocazas, numereros, matones, iluminados, zafios y oportunistas quería Pedro Sánchez formar un ‘Gobierno de progreso’. Quede constancia para aquellos a los que vaya a pedirles su apoyo en el periplo español por carretera que, al parecer, quiere arrancar en pocos días.