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Carlos Herrera  
El Semanal, 15 de octubre de 2016
Barry Gibb, una voz sola

Estoy dispuesto a perdonárselo todo: no necesita arriesgarse a nada, pero ha querido dar otro suspiro de su talento

Barbara Gibb, recientemente fallecida a la edad de 95 años, vio morir a tres de sus cuatro hijos varones. Siempre creyó que su desgracia estaba causada por algún tipo de maldición; la vida le había brindado grandes alegrías merced al éxito artístico de sus cuatro hijos, pero quiso revolverse contra ellos una vez pasados los años dorados. Los cuatro hermanos varones Gibb no fueron otros que Barry, Robin, Maurice y Andy: sólo queda vivo el mayor de todos, Barry, el cual se lamenta de no haber sido el primero en marchar, como le hubiera correspondido cronológicamente.

Los Bee Gees, con altibajos y claroscuros, como casi todos, han venido a significar la tercera pata del taburete de los grandes creadores de la música pop y rock. Los otros dos, salvo opiniones contrarias, han sido Beatles y Rolling. Los hermanos Gibb, de Mánchester a Miami pasando por Australia, nos brindaron momentos impagables, pero, como ocurre con tantos seres benéficos, desaparecieron demasiado pronto: Andy, el menor, una estrellaza del pop en los setenta, falleció como consecuencia de una miocarditis en la que influyó, y no poco, su dependencia de la cocaína; Maurice, una buena voz tan sólo dedicada a las armonías y la dirección musical de la banda, lo cual no es poco, falleció de forma imprevisible como consecuencia de una complicación intestinal en 2003; Robin, su mellizo, la voz por excelencia de todos ellos, desapareció en 2012 a cuenta de un cáncer de colon. De los cuatro sólo quedaba el mayor, Barry, el que ejercía el papel de líder de la banda, compositor de buena parte de sus éxitos y un excelente intérprete de toda la obra BG’s. La muerte de Robin le sumió en una depresión notable. No quería cantar ni hablar, ni salir a la calle. ¿Cómo era posible que hubieran pasado de los masivos éxitos de sus mejores años a la soledad absoluta de estos tiempos?

No es cosa de recordarlo de forma pormenorizada, pero los seguidores y fanáticos de Bee Gees tenemos muchas razones para estarles eternamente agradecidos. Quien esto escribe, al menos, por todas las canciones de To Whom it may concern (‘A quien pueda interesar’) y por el despertar disco de mediados de los setenta, el que comenzó con Jive talkin y llegó a su esplendor con Night fever. Se reinventaron varias veces a lo largo de su carrera y en cada trámite dejaron perlas impagables. Incluso cuando la música disco desapareció merced al odio que llegó a provocar su omnipresencia (las radios inglesas celebraban el Bee Gees Free Weekends, o sea, el Fin de Semana Sin Bee Gees), los hermanos Gibb supieron cubrir los niveles exigibles de calidad que reclamábamos sus seguidores. Su última entrega fue This is where I came in, año 2001.

Esta era la hora para el resurgir de Barry, el artista que mejor supo explotar un muy oportuno falsete en las interpretaciones de sus éxitos. Su talento como compositor está contrastado y como productor también: que se lo pregunten a Barbra Streisand, Dionne Warwick o Diana Ross.

Ahora, Barry, por quien nadie daba ya un duro, ha decidido presentarse de nuevo ante todos como una voz sola. Una sola voz sin el perfecto conjunto de sus inolvidables hermanos. Ha salido de las sombras, ha puesto a trabajar a sus hijos y ha grabado In the now, disco editado hace pocos días. Apenas he tenido tiempo de escuchar dos o tres cosas, correctas y en la línea de la carrera musical de los Gibb. No esperaba otra cosa. La primera sensación que tengo es la de cierta orfandad de voces y cierto agrado en canciones sin rozar sus momentos más pletóricos. Pero, a diferencia de la crítica especializada –que no será excesivamente complaciente con él–, yo estoy dispuesto a perdonárselo todo: no necesita arriesgarse a nada, pero ha querido dar otro suspiro de su talento. Tendrá siempre el respeto que merecen los grandes, los que no arrastran su prestigio por el barro y los que guardan, hasta en las circunstancias más adversas, la capacidad de emocionar con algunos quiebros.

Ha sido una agradable sorpresa de otoño. Larga vida a Barry Gibb. Larga vida a la memoria de los hijos de Barbara. In the now. O sea, en el ahora.