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Carlos Herrera  
ABC, 11 de marzo de 2005
Unidades de género en prevengan

Puede parecer mentira, pero no lo es. Puede parecer una exageración, pero no lo es tampoco. ¿En qué consume buena parte de sus energías el Gobierno de España?: en velar por las formas, por las apariencias; no en las sustancias, sino en los condimentos; no en los fondos estructurales de las cosas, sino en los lazos con que adornarlos.

Avanzó el presidente Rodríguez que en poco tiempo se pondrán en marcha, en colaboración con el Ministerio de Administraciones Públicas, Unidades Administrativas de Género en los ministerios, que se encargarán de evaluar las políticas públicas desde la perspectiva de género de acuerdo a las leyes vigentes. Es decir, que va a tener secuestrados a una serie de funcionarios de todas y cada una de las secretarías de estado para dedicarlos a la labor de leer y evaluar la corrección política de todos los comunicados, normas y decretos que se emitan desde sedes oficiales.

El fin es que no discriminen desde el lenguaje a ellos y ellas, para lo cual pretende que todas las redacciones supriman el género neutro con el que el castellano ha venido refiriéndose al masculino y al femenino desde que se inventó el idioma, allá por San Millán.

Dada la incomodidad que plantea seguir la norma de estos años, en los que siempre hay que matizar lo de «ciudadanos y ciudadanas», «trabajadores y trabajadoras», «todos y todas», con lo que cansa eso, y dada también la supuesta incorrección de decirlo siempre en el masculino genérico tipo «los trabajadores españoles merecen...», va a dedicarse el esfuerzo de una serie de personas a que se encuentre la filigrana sintáctica correcta para que nada desentone.

No serán «parados españoles» sino «población española en paro», de la misma forma que no se deberán referir a «los niños» sino a «la infancia», ni a «los ancianos» sino a «la ancianidad». De esa manera, lógicamente, se hará justicia a los maltratados por un idioma sexista e injusto como el español.

Una especie de retén de vigilancia idiomática estará alerta en su cuartelillo a que suenen las alarmas del sexismo: cuando eso se produzca, con la lupa y el tipex, o con el programa informático ZP2005-SexCorrector, asaltarán el despacho emisor del texto intolerable y destruirán la infracción cometida. Nada de «normas de acceso a murcianos a puestos en la administración...»; a partir de ahora serán «población de Murcia», no vaya a ser que algún analfabeto crea que sólo se crean normas para murcianos varones y no murcianas hembras.

¿Propondrán que el «Día Internacional del Niño» pase a ser el «Día Internacional del Niño y la Niña»? Puede que acaben proponiendo que algún día se llame «afroamericano» a los negros españoles o que viven en España, o que corrijan severamente a quien haya llamado «ladrón» a un ladrón en vez de calificarlo de «comprador no tradicional».

Esta serie de profesionales de la mediocridad política que nos gobierna son los mismos que llamaron «violencia de género» a la violencia doméstica, confundiendo una vez más género con sexo y obligando a todo el mundo a pasar por el aro de los eufemismos estúpidos. Pero no les bajes de ahí: si no se puede decir «médicos y médicas» se cambia por «personal sanitario superior» y todos tan contentos (y todas tan contentas). Se acabaron, por lo tanto, los géneros en la redacción de la administración, entiendo yo, salvo aquellos casos en los que se legisle sólo para hombres o para mujeres.

En esta entropía del pensamiento político está ahora nuestro Gobierno -habrá que leer de nuevo a Vladi