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Carlos Herrera  
El Semanal, 22 de mayo de 2016
Las fotos inoportunas

Si el periódico que las reproduce no tiene el detalle de evitarte a ti, apareces sonriente ante un posible delincuente

Ha venido dando vueltas esta semana una foto del presidente manchego García Page con lo que se supone que es una mujer ataviada de musulmana integrista, es decir, de riguroso negro de arriba abajo y solo con los ojos y las manos al aire. Al parecer, le correspondía un premio como consecuencia de no sé qué mérito literario.

La cara de Page era de una mezcla de sorpresa e incredulidad por la 'metida' que supone retratarle ante un monumento a la sumisión femenina por excelencia. Muy probablemente no sabía nada y se encontró con el regalo; regalo del que no puedes desembarazarte salvo que aceptes la posibilidad de montar un número aún más llamativo que el de encontrarte con una tipa vestida de estremecimiento.

Decimos que es una mujer porque nos creemos a quien la presentó, pero perfectamente podía ser Juanito Navarro si el pobre mío viviera, cosa que ya nos gustaría a todos. ¿Qué lleva a una mujer medianamente ilustrada a vestirse de esa guisa, de sometimiento absoluto? ¿La tradición? ¿La cultura heredada? ¿La religión? No lo sé y, ciertamente, tampoco me quita el sueño saber las razones de un trastorno medieval como ese, pero constato que muy probablemente esa mujer se presentó de esa guisa de forma absolutamente voluntaria, es decir, viste así porque le apetece y porque un extremista sentido de la sumisión la impulsa a ello.

Lo que a nosotros nos parece degradante, inquietante e insultante, a ella lo más probable es que le parezca estupendo. Y que crea que, en nombre de la multiculturalidad, la sociedad occidental deba modular sus normas para admitir su vestimenta incluso a efectos meramente identificativos. Algo así empezó a labrarse en Londres cuando las normas municipales se adaptaron a que los sijes de la India no tuvieran que utilizar el casco obligatorio cuando montasen en moto. Ese día se empezó a joder todo un poco. De ahí a que una musulmana como la de la foto no enseñe la oreja en los documentos de identidad solo media un paso. Y, por supuesto, a que una autoridad considerable como el presidente de una comunidad autónoma tenga que tragar con el colegueo de un escenario media otro tal.

García Page, a buen seguro, ha pasado unos días inquiriendo a los suyos acerca de cómo es posible que le colaran a la mora vestida de terrorífica integrista, pero debemos reconocer que esas cosas nos pueden pasar a todos. Esta reciente Feria de Abril de Sevilla vio cómo un personaje de reciente popularidad como Luis Pineda, presidente encarcelado de Ausbanc, se hacía una simpática y sonriente foto con Susana Díaz, la presidenta de la Junta. Fui testigo de cómo se produjo: llegaba Susana a la caseta de la Cadena SER y era asaltada a cada paso por fervorosos seguidores que querían una foto; ella cortésmente procuraba agradar y entre aquellos que posaron a su vera estaba el hombre que iba a ser detenido pocos días después (por cierto, yo le saludé también). La foto se hizo viral, como se dice ahora, pero en descargo de la presidenta habrá que decir que hoy todo el mundo lleva una cámara en la mano y muchos quieren inmortalizarse con el personaje popular con el que se encuentran.

La criba no es sencilla, y es fácil que acabes posando con quien no hubieras querido. Yo mismo recuerdo las fotos que me hacía en entregas de premios de empresa con algún individuo que luego ha resultado chungo y de cuya constancia pública solo se tiene la referencia de esas fotos en la prensa local. Si el periódico que la reproduce no tiene el detalle de evitarte a ti, apareces sonriente ante un posible delincuente, cosa que no tiene más importancia, pero que te obliga a dar alguna que otra explicación a los amigos. Por no hablar de la foto en la que aparezco con sonrisa de circunstancias al lado de una de las falsas 'Giraldillas' que irrumpieron en la inauguración de los Mundiales de Atletismo de Sevilla: me pasó lo que a Page, había que poner cara de circunstancias y dejar que se llevaran a los intrusos.

Y que el show continuara sin interrupción. La de Page vestía niqab. Las 'Giraldillas', pecheras con el nombre de presos de ETA. Cosas de la vida.