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Carlos Herrera  
El Semanal, 10 de abril de 2016
El torero y el de la boina

Esos chavales de Podemos son los mismos que han estado defendiendo hasta el último aliento a un mamarracho con boina de tonto de pueblo condenado a prisión

La Diputación de Cádiz, que preside Irene García, en su día alcaldesa de Sanlúcar de Barrameda, tuvo la idea de promocionar su provincia mediante una campaña publicitaria protagonizada por gaditanos ilustres y populares que reivindicaran su condición de tales. La provincia de Cádiz, todo hay que decirlo, tiene muy buenos elementos tanto humanos como culturales y geográficos de los que sentirse orgulloso, paisajes insuperables, ciudades memorables y costumbres felices. Parece razonable que ello se exponga a los ojos de los demás mediante una campaña bien diseñada, como es la que nos ocupa. Cádiz en su conjunto como provincia y la capital en concreto transitan por un largo paseo lleno de problemas, pero ello no debe hacernos olvidar sus virtudes y beldades, que también existen. Se convocó a ciudadanos ilustres de la provincia, se los fotografió y se les adjudicó una frase reivindicativa y expositiva a cada uno. Hasta ahí, normal.

Pero la inclusión en ese listado del torero Juan José Padilla, jerezano de filiación sanluqueña, desató las iras de los intolerables histéricos de siempre, empecinados en rabietas y lamentos de neuróticos. La condición de torero de Padilla ha hecho que grupos políticos dedicados a decirnos a los demás cómo tenemos que ser y cómo tenemos que comportarnos denostaran la campaña y afirmaran sentirse avergonzados por la presencia de un «asesino» de animales, en consonancia con la pobre argumentación que exhiben a diario los muy violentos e insultantes movimientos 'animalistas', o por tal tenidos. Conviene recordar algunas cosas.

Ya quisiera cualquiera de esos vociferantes sandios tener un ápice de la grandeza que muestra a diario Juan José Padilla. Padilla, un hombre sencillo, trabajador, respetuoso, prudente y muchas cosas más, atesora un valor y una nobleza que jamás en la vida ha conocido ningún sujeto miembro del grupo político que le ha señalado con los ojos inyectados en sangre. Podemos y alguno más ha iniciado el griterío habitual, lamentando que un torero pueda sentirse orgulloso de decir «soy Cádiz». Ha exigido, como suele ser habitual, la retirada de la campaña en la que han participado Sara Baras, Anne Hidalgo, Alejandro Sanz y otros más, y ha escupido las habituales idioteces que se dicen cuando uno se transforma en un intolerante Torquemada dedicado a prohibir una tradición cultural y social de amplio arraigo como es la tauromaquia.

Esos chavales de Podemos son los mismos que han estado defendiendo hasta el último aliento a un mamarracho con boina de tonto de pueblo condenado a prisión por patear policías, destrozar negocios no partidarios de seguir una huelga y agredir gravemente a un concejal del PSOE. El tal Bódalo, mala versión de un matón campuzo, muy valiente cuando agredía a los demás siempre muy acompañado, acabó lloriqueando cuando la Policía lo prendió y lo llevó a la cárcel, donde deberá permanecer por un tiempo. Los argumentos de los mismos tipos que insultan a Padilla son que Bódalo es un héroe de la libertad, cuando este segundo no ha hecho nada provechoso para los demás en su existencia mientras que el primero ha dado trabajo a muchas personas de su alrededor y ha trasladado un mensaje de coraje y superación extraordinario para todo aquel que tenga ojos y oídos.

Uno no ha dado un palo al agua en su vida –es del Sindicato Andaluz de Trabajadores, con lo que ya queda todo dicho– y el otro lleva jugándose la vida y trabajando desde chaval. Otra gaditana, la líder de Podemos en la región, llegó a comparar –en un ejercicio de burricie insuperable– al tal Bódalo con el poeta Miguel Hernández, lo cual no requiere de comentario alguno, ya que se comenta por sí solo. Cabe añadir que semejante simple ha sido profesora de Lengua y Literatura, lo cual explica por sí solo el fenómeno de fracaso escolar y bajo nivel de educación en España sin necesidad de muchas más elucubraciones. 

En pocas palabras, puede sentirse orgulloso Padilla de ser gaditano y puede sentirse Cádiz orgulloso de que ese ejemplo de tantas cosas sea hijo de su tierra.

Y los intolerantes gritones, las profesoras ignorantes y los 'animalistas' que quieren acabar con el toro bravo que se vayan tranquilizando.