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Carlos Herrera  
Diez Minutos, 18 de noviembre de 2004
Excusas reales para Luis Alfonso

La interpretación de los “signos reales” es una ciencia cuyos secretos están al alcance de unos pocos. Y yo no me encuentro entre ellos, todo sea dicho.

Los finísimos observadores de los gestos palaciegos acostumbran a entender que una respiración levemente entrecortada es, por así decirlo, un rasgo de inequívoco malestar histórico; también, que una caída de ojos a destiempo es gesto de incomodidad manifiesta, y no digamos si deben interpretar un apretón de manos con fuerza menor a la debida o un abrazo con las palmas de las manos encogidas.

Saben lo que es cada cosa en cada momento. A ellos he acudido para que me ayudaran a interpretar la ausencia de cualquier miembro de la Familia Real –y de la familia del Rey– en la boda del bisnieto de Alfonso XIII y de Francisco Franco, de nombre Luis Alfonso, hijo del fallecido duque de Cádiz, un hombre al que persiguió la desgracia, y de Carmen Martínez-Bordiú, una mujer que persiguió y persigue a la gracia de forma incansable.

Los expertos consultados no se ponen de acuerdo. Puede ser que a la mayoría de ellos les pueda lo políticamente correcto y se dejen llevar por las explicaciones oficiales, que siempre son intachables y lógicas.

Los menos, encuentran explicaciones en el ajuste de cuentas propio de todas las familias: la parte juancarlista de los Borbones recuerda con cierta amargura las pretensiones del padre del novio por la Corona de España, basadas en los gestos confusos del anterior jefe del Estado, y han entendido con poca cintura el que el novio se titulase en las participaciones como Alteza Real.