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Carlos Herrera  
ABC, 4 de marzo de 2016
Dinamita pa los pollos

Después de nuevas elecciones todo es incierto. Hasta el supuesto liderazgo de Sánchez en su partido 

CUANDO dinamitas un puente sueles tener pocas probabilidades de poder cruzarlo. Es vieja táctica de tierra quemada: no puedo cruzar, luego me quedo aquí a combatir, y tampoco los de afuera podrán entrar. Borro la posibilidad de cualquier tentación. Cortés hizo como Alejandro Magno siglos atrás: quemar las naves, hundirlas, dando a entender que no cabía sino la lucha. Iglesias Turrión, en la entrada de este siglo de incógnitas, lo ha hecho en su primera intervención parlamentaria: volar por los aires el camino que le une al PSOE con tal de que les sea casi imposible cruzar en cualquiera de los dos sentidos. Mentarles a los socialistas a Felipe González emparejándolo con la cal viva es arriesgarse demasiado, o es querer buscar la ira que impida cualquier posibilidad de entendimiento. Te lo pongo carísimo, Sánchez: si quieres encontrarme, traga todo lo que te iré diciendo durante este tiempo.

La duda estriba en saber si Sánchez tragará toda la dinamita que le irá soltando este mozo levantisco que ya le dio una primera mano con aquella rueda de prensa en la que le montó el Gobierno y le relegó a presidente al que el Destino le sonríe. Tal vez no tenga más remedio y deba sortear desprecio tras insulto con tal de llegar algún día a La Moncloa. Sánchez quiere que Podemos suscriba el acuerdo con Ciudadanos, y Podemos, ciertamente, no está por la labor. Y no lo está porque su posición es la de ganador en cualquier supuesto: si pacta, toca poder; y si propicia elecciones, puede convertirse en el líder de la oposición a un gobierno de concentración o, directamente, de derechas. Después de la votación de esta noche, que, salvo sorpresas, es muy probable sea como la del pasado miércoles, quedan aún dos meses de negociaciones en las que todo es posible y que consistirán, fundamentalmente, en tratar de cruzar el puente y sellar un acuerdo con estos guerrilleros de la política. A los guerrilleros puede que les convenga pactar, pero les resulta mucho más excitante someterse al voto ciudadano y sobrepasar por la izquierda a esa vieja casta socialista que tanto detestan. Menudo sueño: ¡pacta la casta y nosotros nos quedamos como opositores únicos, dueños absolutos de la izquierda!

Por el otro lado las cosas no están mucho mejor, evidentemente, y el PP no creo que ceda su abstención para que gobiernen el segundo y el cuarto, con lo que a Rivera se le puede quedar cara de tonto útil, aunque no lo sea. También por ese lado todo es posible en dos meses de encuentros y conversaciones, especialmente si los puentes no se vuelan, pero una cosa es que sea posible y otra que sea probable. La Gran Coalición, si llega, nunca lo haría antes de las elecciones de junio.

Los profesionales de la estrategia dinamitera –la que también utilizó Sánchez con Rajoy: impedir cualquier atisbo de acuerdo– han buscado el tono y la frase, la música y la letra. No sólo han acribillado en una sola mención a Felipe González, el gurú intocable de los socialistas, sino que les han acusado de ser esclavos de las oligarquías. A ellos, que tanto presumen. El miércoles exhibieron un carrusel de marrullerías, insultos, descalificaciones, bravuconadas y alguna que otra excrecencia intelectual... pero a pesar de ello Sánchez ha afirmado que sigue con la mano tendida, queriendo cruzar el puente. Cuando, a simple vista, no parece haber puente. Los discursos de barricada, el deterioro evidente de los modales, ¿no han sido suficientes?

Después de nuevas elecciones todo es incierto. Hasta el supuesto liderazgo de Sánchez en su partido, que es sabido resulta un proceso de digestión lenta y del que nunca se puede tirar cohetes con precipitación. Todo ha volado por los aires y nunca un «no» tan anunciado resultó tener el efecto de dinamita pa los pollos.