artículo
 
 
Carlos Herrera  
ABC, 25 de noviembre de 2001
Palabras de Ibarra

Se me antoja interesante la última conferencia de Juan Carlos Rodríguez Ibarra en el Club Siglo XXI. Sabemos que no da puntada sin hilo y que del grueso de sus palabras siempre hay alguna perla que extraer, bien por que ésta brille por el sentido común o por que contraste en negro sobre un fondo gris. Vale hoy lo primero. Dice Ibarra, desde ese desahogo que brindan muchos años de política, que espera ansioso el día en que toda Europa sea un Estado federal, si no lo es ya, para que el problema de ETA pase a ser un problema europeo y para que las policías de nuestros vecinos actúen con su consabida eficacia y su contundencia probada. Si eso fuera así, y lo fuera en todos los órdenes, muchos compañeros de su partido se quedarían sin discurso ya que basan su estrategia en federalizar asimétricamente este Estado, y una federación dentro de otra federación no sé como casa. Dice más. Todos los que aplauden que los EE.UU. ofrezcan equis millones de dólares por Bin Laden, vivo o muerto, deberían estar de acuerdo con que se ofreciese una recompensa por cualquier matarife etarra también vivo o muerto, y eso sin embargo no ocurre. Y no sólo no ha ocurrido sino que, cuando ha habido que luchar contra el terrorismo, el Gobierno de sus colores se vio más solo que la una.

Ahí se ennegrece la perla. Tiene razón Ibarra en sugerir que la oposición de Aznar fue un tanto irresponsable al utilizar la lucha antiterrorista como fusta al Gobierno, pero yerra cuando considera a los funcionarios hoy juzgados como almas blancas que deberían estar por encima de todo bien y todo mal e inmunes a toda investigación judicial.

Ese pasaje malogra, creo, un brillante discurso acerca de la globalización del problema terrorista y de la importancia de una Europa consciente de sus problemas: cuando aquellos que apoyan, ayudan, justifican o consienten a ETA se vean en el centro de una comunidad federal que no se anda con las bromas con que nos andamos aquí, tal vez se lo piensen dos veces antes de proclamar sus sueños autodeterministas a balazos. Pero para eso Europa tiene que considerar como suyo un problema que ni siquiera Francia, la insolidaria Francia, ha consentido en contemplar. El sueño autárquico de muchos vascos nacionalistas se desplomaría ante la evidencia insolente de lo imposible y no sería necesario seguir reivindicando obviedades. Muchas veces Ibarra torea bien, aunque algún toro le quite la muleta.