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Carlos Herrera  
El Semanal, 8 de noviembre de 2015
El capitán del Arriluze

COMPRAR EL LIBROYa tengo dicho muchas veces que Luis de Lezama es un tipo extraordinariamente singular; lo cual es, por supuesto, laudatorio. Singularidad, personalidad vital, en tiempos de gregarismo, es asunto de mérito. ¿Es singular porque es cura?: no. Es que es cura y tabernero a la vez. Y pedagogo. Y periodista. Y escritor. Como cura se ha peleado con todos los obispos; como tabernero ha formado a muchos de los fenómenos que se ganan por ahí la vida dando de comer; como pedagogo queda su testimonio en el colegio Santa María la Blanca de Madrid; como periodista fundó en compañía de otros Radio Vida núcleo creador de la Cadena COPE; como escritor puedo darle reciente testimonio mediante el título de este suelto. Inexplicablemente, no fue marino, que es lo que debía haber sido a tenor de sus paseos por la ría de Bilbao en busca de la vida escondida en las tripas de los mercantes. Como a Alberti, se le llenaba la sangre de barcos, pero se cruzó Dios en uno de esos días en los que recorría Bilbao desde Indauchu hasta Guecho y se metió a cura, que es como se ha dicho siempre de los que profesan sacerdocio.

El capitán del Arriluze se llamaba Poli, apócope de Policarpo. Y también tenía la mar corriéndole por los adentros; tanto que llegó al colmo de la felicidad el día en el que pudo comprar el barco en el que había estado trabajando prácticamente toda su vida. El barco, Arriluze, tendría su alma, el alma de la persona que lo manda, como ocurre con todos los barcos, dice Luis. Policarpo salía del Levante al objeto de llegar a Bilbao, donde acababa de nacer su primer nieto. Era doblar el Estrecho, subir por Portugal y Galicia y pasear hasta la bocana de la ría. Previo a salir de Cartagena, dos agentes de la República subieron a bordo e indicaron a Poli Berañano que debía poner el barco al servicio de La Causa y que, además de un determinado cargamento, debía incorporar al pasaje a una mujer y un hombre inmersos en una operación con el nombre en clave de 'Yerma'. La mujer era Margarita Xirgu y el hombre Joaquín Leguina, que se sepa, nada que ver con el genio que conocemos. Ella era una actriz de resonancia indudable, musa de García Lorca, y él era un sospechoso inspector de vapores. Se trataba de dejar a la actriz en el puerto de Málaga, o proximidades, para que unos amigos la trasladaran por carretera a Santander y así pudiera huir de una España absolutamente infernal. La esperaba América. Y en América el éxito que merecía su talento.

Qué infierno aquel. No pudo atracar en Málaga. Lo hizo en Algeciras. Se marchó Margarita, que, como sabemos, alcanzó el norte y después México. Pero a esa altura se supo del alzamiento de militares en Canarias. Era el 18 de julio. El barco se refugió en Tánger, previo a atreverse a ascender el Atlántico camino de Lisboa, donde no atracó como consecuencia de un motín declarado a bordo. Si lo hubiera hecho, hubiera evitado en las costas de Galicia a los militares que venían de bombardear San Sebastián y que condujeron el barco a puerto gallego. El resto del relato es preferible que lo descubra en el libro. Poli, católico ferviente que viajaba con devocionario, pagó su lealtad a la República de la forma más cruel posible. Quien provenía de una familia carlistona, profundamente católica, iba a ser eliminado por los que se alzaban en el nombre de Dios. Cosas de entonces.

Poli era el abuelo de Luis. Nuestro hombre supo de esta historia mediante el trabajo de un gran periodista bilbaíno de El Correo, Víctor Talón. Cuando se apercibió de ello, le dijo a su madre que dejara de dar detalles, que él quería ser quien confeccionara la historia completa. Y es lo que ha hecho en este libro: El capitán del Arriluze (Plaza y Janés, 2015). Una historia real. Épica. Inevitablemente trágica. España, en una palabra. 

 

Curriculum de Luis de Lezama