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Carlos Herrera  
ABC, 10 de marzo de 2001
Ekuatorianos

No acabo de entender demasiado bien lo de los emigrantes de ida y vuelta, el lío de los papeles y el platal que cuesta subsidiarles el viaje. Vamos a ver: se trata de señores necesarios para el desarrollo de la zona levantina, aceptablemente adaptados a los usos y costumbres, en posesión de la misma lengua, en disposición de realizar todos los trabajos que los señoritos españoles no quieren hacer... -es decir, el tipo de persona a los que no expulsarían ni Marta ni Heribert-.

No entiendo, pues, qué tipo de mejora añade al proceso meterlos en un avión, obligarles a viajar miles de kilómetros, ponerles en cola ante un señor con un sello y devolverlos por el mismo camino con gastos pagados. Diríase que a la Autoridad Española le ha salido el funcionario reglamentista que todo quisque lleva dentro y que se da muy buena traza en derivarte a siete ventanillas antes de complicarte la existencia por un impreso timbrado.

Con lo fácil que hubiera sido abrir una oficinita a la vera de la vega, regularizar toda situación y enviar mensajes a Ecuador de que las cosas, a partir de ahora, se arreglan llegando a España con los papeles en regla. Menos mal que a los trabajadores ecuatorianos les ha salido, de repente, un defensor apasionado en las personas de los diputados nacionalistas vascos más el habitual estólido de Izquierda Unida, que han elevado recurso contra la Ley de Extranjería.

Afortunadamente, los bravos ecuatorianos que han huido de la miseria y que han venido a dejarse la piel en los campos de Murcia y que tienen que ver con nosotros todo aquello que nuestras historias comunes comparten, pueden estar tranquilos: los partidos que aún gobiernan en el País Vasco velarán por sus derechos, tengan el Rh que tengan, y estarán mucho más pendientes de ellos que de los demás vascos no nacionalistas. ¡Qué suerte tienen los ecuatorianos!, dirán los constitucionalistas de allá arriba. Hombre, sí y no.

Viven en una tierra pacífica y tranquila -la murciana- y pueden, principalmente, comer, cosa que en su país no parecía fácil. Pero con la sombra de tanto talibán del norte velando por su futuro no estaría yo muy tranquilo.