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Carlos Herrera  
ABC, 12 de noviembre de 2004
El negoci es el negoci

Gracias al sistema cameral y electoral español, un partido que gana las elecciones pero que no alcanza la mayoría absoluta precisa de un complemento numérico determinado para alcanzar la felicidad del buen gobierno y la tranquilidad parlamentaria. Eso es cosa sabida. Los pactos que se establezcan entre formaciones lo serán coyunturales o extensibles a una legislatura: los primeros te tienen el corazón en un puño y los segundos te dejan respirar siempre que te ajustes a las grandes líneas pactadas con tu socio más pequeño. Sabido también. En función de la catadura de ese socio y de las diferencias de criterio elementales sobre el qué y el cómo, el grande lo pasa mal y el pequeño se lo monta de rechupete. Véase el ejemplo que ocupa al Gobierno: un sujeto de la dudosa catadura de Carod puede permitirse el lujo de condicionar y marcar el ritmo político del gabinete nacional. De hecho, fuera de agenda, Rodríguez Zapatero ha recibido al tal individuo y a su secuaz, al objeto de meterse donde el sol no brilla su pretensión de elevar el idioma valenciano al mismo rango que el catalán. Sin entrar en la polémica de la unidad lingüística que parece quitar el sueño a los políticos catalanes y que esconde -más allá de consideraciones técnicas- un ansia indisimulada de pancatalanismo, que los Presupuestos Generales del Estado dependan para su aprobación de que el presidente diga o deje de decir algo concreto sobre el valenciano y el catalán se antoja, cuando menos, grotesco, pero esas cosas ocurren cuando uno no tiene más remedio que pactar con un trilero. Pocos dudarían a la hora de elegir, por ejemplo, entre Jordi Pujol o Carod Rovira como socio parlamentario: ambos son nacionalistas y, por lo tanto, tendentes a la deslealtad, pero entre la categoría de uno y la del otro media un abismo de enormes dimensiones. Aznar lo tuvo a tiro y, más bien que mal, salió adelante, pero Rodríguez no ha tenido más remedio que comerse este sapo tripudo para gobernar y así le va. Carod lo sabe y tendrá lo que pida: sabe que si retira su andamio se caen dos edificios, el catalán y el central, y tirará de la cuerda todo lo que pueda. Se les llenó la boca a los miembros de Esquerra con aquello de que nunca apoyarían estos presupuestos, pero ya han visto ustedes que a cambio de dinero o de ventajas los presupuestos pasan de ser nefastos a estupendos. Cosas de la política.

El próximo sapito servido en desayuno septentrional será el referente a los papeles del archivo de Salamanca. Que se vayan despidiendo los salmantinos: los documentos referentes a la guerra civil viajarán a los archivos catalanes que los demanden y en Castilla se quedarán las fotocopias, digan lo que digan los expertos, digan lo que digan archiveros. Ya pueden presentar todas las firmas que quieran. El Partido Socialista de Castilla y León no ha tenido más remedio que mostrarse de acuerdo y eso supone que ya tengamos una víctima más de los acuerdos con Carod: que se despida Ángel Villalba -o el que vaya a ser candidato- de presidir alguna vez la Junta castellana. En Castilla los socialistas no vuelven a tocar pelo en varias generaciones. Cuando corresponda, los republicanos nacionalistas catalanes apretarán el botón y el PSOE tocará la bocina. Si quieren papeles, tendrán papeles; y no se han salido con la suya con lo de las selecciones porque al final se ha podido convencer a Maragall de que no es el momento ni el lugar, que ya habrá tiempo de cambiar, que si no, también nos encontramos con el partido Cataluña-España en las primeras eliminatorias de cambio.

Es lo que tiene estar en el sitio adecuado, en el momento adecuado y ante el tipo adecuado. Que te lo llevas crudo.