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Carlos Herrera  
El Semanal, 21 de diciembre de 2014
Larga vida al Bazar

AMPLIARRecuerdo haber escrito del asombroso parecido que todas las ciudades españolas muestran en sus nuevos barrios. Hoy insisto: si te dejan con los ojos cerrados en los barrios más actuales de Vitoria, al quitarte la venda, tú no sabes si estás en la capital alavesa, en la valenciana, en Valladolid o en Sevilla. Todas son iguales. Has de viajar al centro y ahí hacerte una idea de quién es quién, bien sea por la morfología histórica o por los comercios tradicionales. Y esa es otra. Los comercios emblemáticos están en peligro de muerte por varias razones, con lo que los centros urbanos pueden verse poblados por cuatro o cinco franquicias que igualan a las urbes desde sus escaparates. La Ley de Arrendamientos Urbanos que ve la luz el primer día de enero puede sumarse a la dificultad de algunos propietarios para continuar con sus negocios: no tener descendencia dispuesta a hacerse cargo del comercio, la irrupción de nuevas formas de venta y la subida considerable de los alquileres pueden cambiar la fachada de las calles de España, uniformándolas a todas con el rostro comercial de los nombres que es fácil imaginar.

AMPLIARLa dicha ley que tiene aspectos indudablemente positivos puede hacer desaparecer en Madrid el Café Comercial o el Café Central, lugares de culto que deberían ser declarados Bien de Interés Cultural. La Coctelería Tirsa en el límite de Barcelona y Hospitalet ha anunciado ya su cierre para este día 29, lo cual nos deja a Sostres, Arcadi, Girauta y a mí a un paso de la orfandad. El Café Vienés de Pamplona, en los Jardines de la Taconera, era un lugar lleno de encanto, como es Almacenes El Pósito de Jaén, con ese bacalao y ese tocino apetitoso en su escaparate, o como la Horchatería El Siglo de Valencia, que me dicen que estaría a punto de cerrar y ello me produce una pena insuperable. Y así sin descanso.

En Sevilla peligra un lugar lleno de carisma y encanto: Bazar Victoria, en los bajos del edificio de Cajasol, purísimo centro. El Victoria no es un bazar más: es historia centenaria de la ciudad, con todo el trasteo de cocina, ferretería y demás artículos de improbable compra en otros comercios. El olor a antiguo, la amabilidad y la originalidad de su escaparate (al que te quedas pegado sin remisión) hacen de él un negocio proverbial. Atiborrado de productos tan prácticos como bellos, la tienda que abrió hace algo más de cien años nos proporciona tornillos, paellas, jaulas para grillos, tablas de rallar aceitunas, trampas para ratones, aceiteras, cualquier tipo de almirez y demás excelencias visuales de esas que quieres comprar, aunque no las necesites. El dragón asiático no ha podido con Bazar Victoria, el gran comercio que marca la diferencia con aquellos otros que son comunes a cualquier ciudad. Una calle de Sevilla, Francos, ha venido acogiendo este tipo de local, y, como parece signo de los tiempos, va viendo morir sus mejores escaparates.

El problema de Bazar Victoria no reside puramente en el alza del alquiler que pagan. Reside en el interés de Cajasol, propietario del local, en hacerse con él para incorporar esos metros cuadrados al museo pictórico que quieren inaugurar en su sede. No es un mal propósito, desde luego, ya que la colección pictórica de la Fundación es notable; pero el patrimonio cultural de una ciudad también está en sus comercios, y eso seguro que lo sabe Antonio Pulido, el responsable máximo de la caja sevillana. Cajasol puede apañarse con el espacio que tiene o puede abrirlo en cualquiera de los otros lugares que posee en Sevilla (en el pegote de la Torre Pelli, por ejemplo). Ganará mucho más en aprecio ciudadano si deja donde está una referencia sevillana como el Bazar que si la cambia por cuadros de grandes pintores universales. En la capital de Andalucía hay suficiente sitio para las dos cosas. No añadamos a la lista de decesos más comercios de los que son inevitables. Salvemos Bazar Victoria ya que no hemos podido salvar muchos otros.