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Carlos Herrera  
ABC, 17 de mayo de 2014
¿Psicópatas de pacotilla?

¿Son simples chulos de barra o son sujetos capaces de tomar un arma y eliminar a un concejal, pongamos por caso?

CON la detención del psicópata valenciano que llenaba Twitter con proclamas entusiastas a favor del asesinato a políticos, las autoridades españolas han inaugurado un largo y tortuoso camino. No sé dónde acaba el mismo, pero sí sé que conlleva el gasto de muchas horas extras. Asomarse a cualquiera de las redes sociales que pueblan la red es encontrarse con gente normal de todos los colores y gente anormal del color de la ira, en un extremo o en el otro. Son especímenes que alegremente son encasillados en el apartado de la gente que precisa desahogarse, cuando en realidad son buitres antisistema que no tienen reparo en jalear la muerte de cualquier enemigo político o social (que son muchos, por cierto).

Habría que preguntarse si el hombre que desde Twitter amenazó a la alcaldesa de una ciudad española (he visto ese mensaje) sería capaz de dispararla por la espalda: lo cierto es que se la cruza a diario por la calle y bajo su apariencia de joven atleta esconde a un profesional del odio y la mala sangre. Como este hay muchos, ciertamente, pero ¿son simples chulos de barra o son sujetos capaces de tomar un arma y eliminar a un concejal, pongamos por caso? De ser así, no habría suficiente Policía para proteger a todos los cargos públicos o semipúblicos del país. Y no digamos a sus adversarios ideológicos, que somos todos los que no resultamos antisistema.

Los individuos que vomitan barbaridades en las redes, muy sonoros, repetitivos, visualizables, saben de la cierta impunidad que les brinda el anonimato y la circulación interna de sus mensajes, pero no olvidan, o no deben olvidar, que el anonimato es relativo y la red es un inmenso prado en el que todo puede ser visto. Es decir, que la Policía se puede presentar en tu puerta una mañana de sábado y llevarte al juzgado con tu torre, tu teclado, tu pantalla y tu cara de gilipollas. Otra cosa es que luego el juez pueda hacer algo más que reñirte, pero con que te claven una multa de un par de miles de euros la cosa ya no es tan divertida.

No sabemos bien qué se esconde detrás de cada sujeto de ese tipo. Puede que un psicópata en potencia, puede que un extremista sediento de sangre, puede que un fabulador cobarde o puede, incluso, que un individuo que adopta personalidades ajenas con el fin de experimentar sensaciones para él extrañas. Algo así le ocurría, a decir de la Policía, al joven que escribió, pocos años atrás, que era de ETA y que iban a atentar contra la vida de quien escribe este artículo, poco después de haber intentado matarme con una caja bomba. La Policía fue alertada, encontraron a este pobre imbécil en un garaje de La Mancha y ante el juez declaró que nada más lejos de su intención, que simplemente jugaba, tomaba prestadas personalidades, imaginaba situaciones extremas. Era un niñato. Fue dejado ir y sus padres fueron alertados.