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Carlos Herrera  
ABC, 23 de julio de 2004
Se equivoca Borbolla

Bien que lo siento, pero se equivoca. Lo siento por la razón sencilla de que Don José Rodríguez de la Borbolla y Camoyán es de los pocos amigos que un servidor tiene en el mundo de la política y sus aledaños, del cual sólo puedo subrayar virtudes públicas y personales.

Honesto, leal, divertido y brillante, su partido le negó la posibilidad de ser alcalde de Sevilla --hubiera sido el mejor de toda la democracia-- cuando tenía opciones para serlo y le dejó vendido la vez que le presentó a la elecciones, vez aquella en la que perdió. Anteriormente había sido cocinado lento por Alfonso Guerra y hubo de elaborar no pocos trayectos alternativos para poder llegar al puerto estable que en política significa un lugar al sol en el seno del partido. A pesar de todos los pesares, jamás le he oído hablar mal del PSOE. Nunca.

Ha sido crítico en la intimidad y ha mostrado no poco cabreo con algunas medidas concretas de los gobiernos de aquí y de allá, pero sin facilitar que nadie pudiera colarse por esa fisura y montarle un cisma. Es listo. No obstante su claridad de ideas, su poco dogmatismo y su inexistente sectarismo, me ha sorprendido el error de concepto civil que ha exhibido al juzgar como lo ha hecho la iniciativa de políticos de complexión ideológica e histórica fuerte como Escuredo, Clavero y Rojas Marcos, los cuales, ya sabemos, han elaborado una llamada a la sociedad civil a través de la cual despertar el adocenamiento “autonómico” al que se ha acomodado Andalucía.

Las “rebeliones democráticas” que tanto le han gustado a los socialistas cuando han estado en la oposición, no forman parte del ideario inmediato de sus líderes cuando estos disfrutan de la mullida sensación de una buena moqueta: que tres viejos mosqueteros con la vida resuelta, la memoria satisfecha y la despensa llena hayan tenido que calzarse de nuevo las mallas y salir a los balcones a alertar a la gente de que, o nos despertamos, o nos vamos a quedar dormidos muchos, muchos años, es una muestra de honradez civil que no puede ser despachada de la forma que lo ha sido por el ex-presidente de la Junta. Ha dicho Borbolla, más o menos, que la sociedad articula alternativas políticas a través de los partidos y que Andalucía ya está bien defendida por Chaves y sus lumbreras, que han resultado electos y, por lo tanto, son los legitimados para luchar por los intereses de los ciudadanos.

Algo parecido a aquello de “haga usted como yo: no se meta en política”. Papaíto Rodríguez ya cuida de nosotros día y noche. Pues no, no creo que sea así.

¿Desde cuando no estamos los ciudadanos legitimados para, a título personal o colectivo, agitar debidamente las conciencias de aquellos que conforman la masa social?. ¿Sólo es cosa de los políticos profesionales el atisbar futuros mejores y poner en marcha los resortes necesarios?. ¿Debemos resignarnos a ver pasar el futuro con la camiseta de otro sin intentar nada y sin dar la voz de alarma?.

No debería Pepe caer en la tentación de lo obvio: quien toma medidas, como resulta evidente, es quien ostenta el poder, que para tal ha resultado elegido; pero los ciudadanos son libres de asomarse a los balcones a remover las ansias adormiladas de sus semejantes, especialmente cuando consideran que se encuentran a las puertas de agravios de muy hondas consecuencias.

También eso resulta obvio. Bien sabe Borbolla que sus amigos no le vamos a pedir que se inmole a las puertas de la sede local, pero sí que abra públicamente su lúcido capote y le instrumente dos verónicas ajustadas a esta realidad tan incierta que nos espera. Y que lo haga ya, que han sonado dos avisos.