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Carlos Herrera  
Diez Minutos, 23 de junio de 2003
Jesulín, misión cumplida

Los interesados en conocer la suerte de Jesulín en su vuelta a los ruedos, tras el aparatoso accidente de coche que casi le cuesta la vida, han podido satisfacer su curiosidad después de verle torear en Olivenza. La reaparición del diestro ubriqueño interesaba a los empresarios taurinos, a los consumidores de noticias relacionadas con la actualidad de sociedad y a los médicos. Tras un trastazo como aquel, en el que le quedó la espalda como un acordeón, eran pocos los que presumían a Jesulín aguantando las embestidas de un toro. Sin embargo, ha podido más el arrojo taurino que el temor justificado. Jesús ha vuelto a lo que sabe hacer. La pregunta que nos hacemos los aficionados es si está en condiciones de afrontar una temporada y si quienes gestionan las principales plazas tienen el mismo arrojo que él. Por ahora, lamentablemente para sus intereses, parece que no.
 

El toro no lee revistas ni ve televisión. No sabe quién tiene delante. Embiste, y delante tiene que estar un valiente

 
Los empresarios de los cosos más importantes parecen curarse en salud y esperar a ver lo que pasa: así, Sevilla, Madrid, Valencia no cuentan con él... de momento. Dan toda la impresión de no querer jugársela a un mal gesto, a una mala caída, a una mala embestida que le lesione gravemente lo que es una espalda perfecta para hacer una vida normal pero tal vez no para volar por los aires después de un paletazo. En Olivenza anduvo valiente, tal como él es, aunque no salió victorioso como Ponce; la curiosidad de los medios quedó satisfecha parcialmente y la de los médicos otrosí. Ambos saben que harán falta muchas tardes para ver si el engranaje vertebral funciona correctamente. No tiene que ser fácil para un hombre que ha sido figura del toreo y que se ha visto involucrado en diferentes culebrones extrataurinos: la madre de su hija, su accidente, su matrimonio, los noviazgos de su padre, la separación de sus progenitores, las exclusivas. Todo eso vale para conseguir una notoriedad un tanto absurda, pero tiene poco valor para enfrentarse a un tren de quinientos kilos.
 

En la plaza sólo están Jesulín y el toro; ni la madre, ni la niña, ni el lucero del alba van a aportar nada. Todo lo contrario.

 
El toro no lee revistas ni ve la televisión; no sabe que quien está delante ha dicho tal o cual o ha sido visto así o asá; el toro sólo embiste en función de su nobleza y delante debe estar un tipo valiente que instrumente con arte y habilidad y eso cuesta mucho hacerlo sabiéndose objetivo permanente de una afición diferente a la taurina. En la plaza están Jesulín y el toro; ni la madre, ni el padre, ni la niña, ni el lucero del alba van a aportar nada; antes al contrario. Esperemos que todo salga bien y que podamos volver a hablar de él como un matador y no como un recortable de revistas.
Suerte, Maestro. Haga lo que sabe hacer y dedíquese sólo a eso.