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Carlos Herrera  
ABC, 27 de septiembre de 2013
EL DICHOSO TABAQUITO

El tabaco, su consumo, es legal en España, mal que les pese a muchos. Sería mucho más fácil prohibir su consumo

EL tabaco, como al parecer les pasa a los toros, se ha convertido en un elemento más de la argumentación ideológica. Ya no se trata de establecer un debate sereno de los pros (pocos) y los contras (muchos) que el consumo de cigarros o cigarrillos comporta, se trata de establecer unos campos sectarios en los que no sea posible traspasar una sola albarrada. La pretensión de que se pueda fumar en algunas áreas del futuro Eurovegas ha desatado reacciones de una violencia argumental absolutamente insospechada. Unos han cargado contra la esencia misma del proyecto, cargado de putas y golfos a ojos de los severos inspectores sociales de la izquierda, y otros han lamentado que se venda la soberanía nacional –nada menos– a cambio de una minucia tal como equis miles de puestos de trabajo. Bajemos el balón. Las dos fuerzas más conservadoras e inmovilistas de España, la Izquierda y la Iglesia, coinciden en el diagnóstico después de recorrer diversos caminos: Eurovegas sólo traerá vicio y perdición. No le conceden siquiera una sola bondad. Pero no es el carácter lúdico y turístico del proyecto lo que les altera el nervio, es que se pueda dar curso al vicio del tabaco, es decir, que se pueda fumar en algunas zonas de los casinos como de hecho ocurre en los clubes de fumadores o, yendo más lejos, en los mismos casinos estadounidenses de Las Vegas (sí, sí, en el país que lideró la campaña mundial contra el tabaquismo se puede fumar en los casinos). El muy conspicuo y un tanto estalinista diputado Gaspar Llamazares ha llegado a afirmar que el Gobierno español legisla en función del interés de la Mafia, nada menos. Sería bueno saber si tal afirmación nace de haber visto muchas películas o de datos fehacientes de los que dispone su señoría y que, al parecer, no ha puesto a disposición de las autoridades españolas. El sueño de los Llamazares sigue siendo el de los comandos de barbudos entrando en las salas de juego y arrasando con las mesas de póquer. Todo para montar un casino peor: el del terror y la miseria que diseminaron por sus predios todos sus conmilitones. Y sé lo que digo.

Y luego está Rosa Díez, a la que le ha asaltado un virus de intransigencia repentino. Que a lo mejor no es tan repentino. Ha dicho la nerviosa diputada que permitir fumar en las salas tragaperras del improbable Eurovegas (a ojos de hoy) es, como escribía más arriba, atentar contra la soberanía nacional. Más o menos, no hagan caso de la literalidad, pero sí del sentido. La soberanía nacional reside, en cualquier caso, en el Parlamento de que ella es miembro («miembra» en el lenguaje zapateril), y si ese mismo Parlamento decide cambiar una norma está en su pleno derecho de hacerlo en función del interés general. No del interés particular de las creencias de alguno de sus diputados. Cuando se convoquen elecciones, los votantes decidirán si eso fue una demasía y podrán removerlos del poder. Mientras tanto, las mayorías parlamentarias pueden tomar las decisiones que consideren oportunas, incluidas las que puedan ser erróneas. A buen seguro que la diputada Díez podría haber encontrado argumentos más sólidos que el expuesto.

El tabaco, su consumo, es legal en España, mal que les pese a muchos. Sería mucho más fácil prohibir su consumo (¡menuda faena le hubiéramos hecho al camarada Castro!). Mientras ese nirvana no llega, no parece descabellado que se regule dónde se pueda consumir y dónde no, atendiendo, fundamentalmente, a los derechos de los no fumadores –cual es mi caso en lugares públicos–. Que se permita en unas salas en las que se juega a las tragaperras no parece que sea una afrenta a la dignidad nacional. A no ser que la nerviosa e intransigente reacción histérica de algunos indique lo contrario.