Era cuestión de días que a Elpidio le llamaran la atención. Y es cuestión de minutos que Twitter dictamine que los poderosos están blindados
AHORA va a resultar que los medios tenemos la culpa del desabrido desenlace del caso Blesa, que, como tantas otras veces, ha virado para tomar el nombre del juez que procesa la instrucción. Así el caso que ocupa al antiguo presidente de Caja Madrid-Bankia habría pasado a convertirse en el caso Silva o en el caso Elpido, en función de si nos quedamos con el apellido o el nombre propio del magistrado que lo instruye. El juez instructor ha desarrollado una investigación llena de excentricidades y de decisiones inesperadas que han causado la alarma no solo en ambientes civiles sino también en círculos jurídicos; ninguna animadversión hacia la persona concreta del magistrado ha sido la causante de que la Audiencia Provincial de Madrid le aseste un mazazo como el manifestado en su resolución última. No han sido los medios, como supone el peculiar juez instructor, los que, movidos por animadversión concreta, han revocado alguna de sus polémicas decisiones: ha sido el Poder Judicial el que ha estimado que el instructor ha optado por decisiones incorrectas e injustas que dan al traste con el proceso al antiguo banquero. Las reglas, aunque parezca mentira, son las reglas y deben contemplarse incluso cuando se juzga el proceder de alguien tan execrable como el presidente de un banco: entre otras cosas porque, si no se contemplan, desvirtúan la investigación y juegan a favor del hipotético delincuente.
Al juez Elpidio le sentaba bien el disfraz de llanero solitario en contra de los malos malasombra que pululan por el espectro social español. Nada menos que procesar a uno de los grandes culpables de la crisis que acogota al pueblo español, un banquero afanoso y voraz responsable del empobrecimiento de accionistas y depositantes. Elpidio vio cacho en la instrucción contra Blesa y tomó decisiones de escaso rigor jurídico a las que decoró de todo tipo de excentricidades, incluidas redacciones plagiadas de wikipedia y encarcelamientos precipitados en virtud de intuiciones personales más que de indicios racionales de culpabilidad. Meter en la cárcel a Blesa por dos veces te garantiza abrir los telediarios, culmen orgásmico de todo juez estrella que se precie, pero no te blinda ante los controles profesionales a los que, afortunadamente, todo juez está sujeto. Elpidio dio por hecho que Blesa, y lo que Blesa representa, es el paradigma del mal y así lo expresó en la redacción estupefaciente de los autos con los que justificó su entrada en prisión: un banquero ha de ser, por naturaleza, culpable de avaricia y usura, y su proceder debe ser el responsable de todos los males que aquejan a los parias de la tierra, que cada día somos más. En su alocado redactar, el juez entró en materia profesional bancaria y dio lecciones un tanto arriesgadas acerca de cómo se debe presidir un banco como Caja Madrid y cuáles son las maniobras arriesgadas que debe evitar un profesional de la banca.
Comprar un banco en Miami debe hacerse según los criterios del juez Silva y no mediante las valoraciones al parecer erróneas del consejo de administración de la caja madrileña. Y, de paso, si el objeto de investigación denuncia enemistad en su contra, lo más resolutivo que puede hacerse es dividir artificiosamente el proceso en partes separadas y suponer que la enemistad sólo afecta al caso de los créditos a Díaz Ferrán y no a la compra del banco norteamericano.
Era cuestión de días que a Elpidio le llamaran la atención. Y es cuestión de minutos que la justicia de Twitter que asola la opinión pública española dictamine que los poderosos están blindados ante la acción de los jueces valientes, arrojados, justicieros, que no se arredran ante los Goliats de cada día. Los jueces precipitados, desgraciadamente, son los responsables de que algunos procesos acaben en nada: hasta para juzgar banqueros hay que respetar las reglas. Ya ven.