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Carlos Herrera  
Diez Minutos, 23 de noviembre de 2003
El tío Leandro ya no es bastardo

Cuando hablé con Leandro no hará más de seis días –Leandro me permite el tuteo–, le saludé llamándole Alteza. Un tribunal acababa de concederle el derecho de hacer uso del apellido de su padre, el rey Alfonso XIII, y ello podía conllevar el tratamiento de Infante de España, y con el de Infante, también éste otro.

Me pidió que siguiera llamándole por su nombre ya que a sus 64 años era tarde para cambiar algunas formalidades. Me indicó que si quería darle algún formalismo a nuestros encuentros le bastaba con una suavísima inclinación de cabeza cuando nos diéramos la mano. Es decir, el mismo Leandro Alfonso de Borbón Ruiz sabe que el uso de determinados privilegios nominales de la Casa Real no le van a ser propios por mucho que un juzgado haya formalizado su filiación.

¿Leandro pasará a ser un Infante?

Que Leandro era hijo de su padre lo sabían todos los que lo tenían que saber, empezando por la Zarzuela –que, por lo visto, ha actuado siempre con tacto y afecto, en especial el Rey–-, y que antes o después se elevaría a oficial lo que era una evidencia histórica lo sabía hasta el último monárquico español, incluidos los que hacen de las normas severas e intransigentes su norma de conducta.

Ello, no obstante, no creo que vaya a significar que Leandro forme parte del selecto club de los Infantes de España: ese ingreso no lo establece un juez, sino la Casa Real, y ésta no parece por la labor. Pero lo que resulta de justicia es que el hijo de la mujer de la que anduvo enamorado el rey Alfonso y por lo cual sufrió no pocos escarnios de la chismografía de la época, pueda mostrar orgulloso la consecuencia registral del amor apasionado del que fue fruto.

La Constitución le permite usar su apellido

Ser o no ser Alteza no le va a dar nada que no tenga o que haya perdido: ha sido la bendita Constitución la que ha permitido desterrar el apelativo de bastardo que le ha acompañado siempre y la que le ha concedido el derecho a usar lo que es suyo, su apellido, y esa Constitución nos iguala a todos en derechos y deberes, seamos más o menos altos. No creo que resulte deseable un tira y afloja por un quítame allá un tratamiento.

Para muchos de nosotros será siempre Leandro, un caballero discreto que supo esperar su momento para publicar, en un libro que se ha demostrado fundamental, la historia de su vida. Para la rama más popular y terrenal de los Borbones será “el tío Leandro” y para el Registro donde estamos apuntados todos será Leandro Alfonso de Borbón. Como debe ser.