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Carlos Herrera  
ABC, 6 de febrero de 2004
Pagar el negativo

Yo también quiero hacer un documental y que me lo ponga TVE en horario de “praimtaim”. ¡Anda! ¿Y por qué no?. Pues porque usted no es cineasta de la Academia, amigo. Bueno, da igual, soy académico de la de artes televisivas, encima directivo. ¿En plena campaña electoral? ¿Qué diría la oposición si TVE emitiese un alegato de cineastas  manifiestamente favorable a las políticas gubernamentales?. No quiero ni pensarlo.

En cambio, si el mismo grupo es de los que considera gravísima la actuación de este gobierno en la segunda guerra de Iraq --y que no dijo ni mú cuando el anterior gobierno envió soldados de reemplazo a la primera--, y confecciona una denuncia valiente acerca de la realidad dramática de España, llena de corrupción, de desempleo, de atentados contra la libertad de expresión, de inhumanos controles en las fronteras, seguro que ni pía. Claro que también podrían coger los genios del celuloide y que exhibir su película de forma gratuita en las salas de cine de sus partidarios: a ver cuántos van. Cierto es que me produce interés su visión de las cuestiones que atañen la vida diaria de nuestra comunidad nacional: muchos de ellos han hecho películas estimables, tienen talento, algunos incluso gracia. Vamos a ver si trasladan a la pantalla la realidad. Pero vamos a verlo jugándonos el tipo. Están tan acostumbrados a la subvención que entienden que lo que ellos hacen debe ser asignatura obligatoria. No, no; al cine, puertas abiertas, palomitas gratis pagadas por la Academia, ellos mismos de acomodadores, cine forum al concluir el pase, asamblea colectiva con votos a mano alzada. Todo eso. Y vamos a ver si coincidimos en el análisis, porque, de momento, no he visto por ninguna parte que alguno de ellos vaya a dedicar sus tres minutos a una de las cosas que sigue preocupando por encima de lo demás a nuestros conciudadanos: el terrorismo. Mucha patera, mucho desempleo –bueno, la verdad, menos que antes--, mucha militarización del pensamiento, pero de los que matan ni palabra. A lo mejor se lo encargan a Medem y en vez de tres minutos dedicados a las víctimas nos encontramos con tres minutos dedicados a la equidistancia, vaya usted a saber. No sé, a veces me pregunto si es que no se atreven, si están muertos de miedo, si consideran que ese es un problema político que debe solucionarse con “diálogo” exclusivamente o si el “conflicto” que genera las muertes y los exilios es algo tan delicado que mejor no significarse. Mejor escapamos de puntillas de ese lío y nos dedicamos a zurrar al que manda, que es lo que hemos hecho siempre los intelectuales, nosotros la gente de la cultura. ¿Siempre?. Bueno... siempre, siempre, no. Con lo del GAL hay que reconocer que nos callamos. Y con lo de la corrupción, también. Pero, ¡qué coño!, teníamos una libertad de expresión de la que ahora no gozamos, ¿no ven que nos quieren ahogar?, ¡aggggg!, ¿no lo notan?.

Los estupendos directores y actores que no aceptaron la pegatina contra ETA al creer que les estaban presionando injustamente y al considerar que la sangre salpicada les podía ensuciar su vestido de gala, exigen ahora cuota de pantalla. Lo dan gratis, menos mal: ellos pagan el negativo. ¿Cómo?. ¿Caza de brujas?. ¿Todo el que no está de acuerdo con la suficiencia de estos muchachos comete pecado de maccartismo? ¿Hay que reirles las gracias por cojones? ¿Es obligatorio ver sus películas?. No nos engañemos: a nadie preocuparía que montaran un alegato contra políticas concretas del gobierno de turno; éste, al menos, ha hecho bastantes cosas mal como para llenar un par de horas. Pero si empiezan por volver la cabeza cuando se les pide compromiso de veras, poca esperanza brindan a quienes les pagamos el negativo. El negativo, que curioso.