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Carlos Herrera  
El Semanal, 11 de marzo de 2012
La Alianza del gasto


El edificio del Estado, el nuestro
, el español, tiene aluminosis. Ignoro cómo se solventa ese inconveniente en el ámbito arquitectónico, pero el símil nos sirve para preguntarnos cómo hacerlo en el áspero organigrama administrativo de nuestro solar patrio. Parece evidente que la tijera afilada debe campar a sus anchas, pero hay un extra en la percepción de nuestros problemas: estos parecen estructurales, no coyunturales, es decir, no se trata tan solo de readaptar presupuestos y balances, se trata de redefinir el concepto. Las comunidades autónomas han aportado los puntos malditos del resultado final del déficit, con lo que hoy se preguntan muchos -especialmente los que creen que estas son los malos malasombra- si hay que ampliarles financiación para que se ocupen bien de lo que se ocupan, hacer que devuelvan competencias o, directamente, suprimir estructuras. Las comunidades autónomas no tienen, en principio, por qué ser más incapaces en el desarrollo de gastos e ingresos que la Administración Central del Estado; el problema puede residir en estructuras duplicadas o triplicadas y en una cierta indolencia en el control de la cosa pública por cuenta de los gestores. Adelgazar parece la única receta básica, siempre que no pongamos en riesgo nuestra salud: con mucho recorte en inversión se pone en extremo peligro a una economía ya en recesión, ya con tendencia a la contracción cicatrizante, pero sin contención en el gasto se hace imposible sostener el edificio. El equilibrio, dentro de la severidad, es la clave.

«Luto» por la muerte de la Alianza de CivilizacionesLa semana pasada, por ejemplo, supimos de la suspensión de una de las pamemas más gloriosas que ha puesto en práctica un gobierno de nuestro país: la Alianza de Civilizaciones. Durante unos años, la Administración se puso al servicio de una idea surgida de la guitarra de Rodríguez Zapatero: el mundo está enfrentado, las civilizaciones se pelean, las consecuencias son trágicas... ¿Cuál puede ser la solución?... ¡Ya está!: que las civilizaciones se alíen. Así se creó una idea feliz, ilusionante, que pudo cambiar el mundo. Lástima que no lo consiguió, pero por falta de tiempo, seguramente. No por falta de presupuesto y de insistencia: efectivamente, allá donde iba ZP acudía con la matraca de la Alianza y allá donde nuestro Gobierno pagaba alguna fiesta -Cumbre Iberoamericana, por ejemplo- alguien tenía que hacer referencia al inventito. En lo referente al presupuesto hay que señalar que el coste total de la Alianza de Civilizaciones es uno de los secretos mejor encriptados en la administración de las cosas públicas. Todos los ministerios han tenido diversas partidas para financiar muchas de las iniciativas de la Alianza, con lo que hay que ir sumando uno a uno y ver el resultado final. En nombre de la idea revolucionaria se han pagado obras como la famosa cúpula del artista Barceló en la sede de Naciones Unidas en Ginebra -fantástica y espectacular, costó veinte millones de euros, más los gastos de mantenimiento-, amén de no pocos actos de fórums y no fórums en los que discutir con verbo debidamente azucarado. La Alianza mantenía una serie de oficinas con sus correspondientes administradores en las que dos, tres o cuatro cabezas pensantes discurrían a diario cómo desarrollar el lema fundacional, o sea, el entendimiento de las civilizaciones. ¿Y qué se les ocurría?: vaguedades discursivas sobre el distinto buenismo con el que analizar los conflictos mundiales, supongo. ¿Alguna aportación?: no consta. Grupos de trabajo, seminarios varios, colectivos implicados, todo al servicio del discurso del presidente y por un módico precio. Resultaba enternecedor contemplar a supuestas figuras de prestigio intelectual alabar babosamente el impulso zapateril de la concordia mediante una iniciativa como la recientemente suprimida. Todo era absurdo... y caro. Era, por añadir un detalle más, la única partida presupuestaria que no experimentaba recorte alguno; antes al contrario, a pesar del tiempo de austeridad, la cuantía aumentaba. El Gobierno reciente ha eliminado de las diversas partidas ministeriales el dinero destinado a semejante tontería. Es un paso. Unos cientos de pasos como este y se habrá empezado a enderezar el asunto. La aluminosis, dicen los expertos, tiene remedio, pero es quirúrgico. Igual que la ruina que nos afecta a todos.