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Carlos Herrera  
ABC, 3 de febrero de 2012
De abuelos y congresos

EL Congreso mediante el cual los socialistas van a elegir secretario general para estos próximos años acaba de comenzar en Sevilla con las fuerzas bastante equilibradas y con no poco juego marrullero por las bajeras. Los delegados votan de forma secreta, con lo que todo lo que hayan prometido hasta ahora tiene un valor relativo y es demasiado arriesgado emitir veredictos. De hecho, todo congreso socialista acaba en sorpresa. Los socialistas de aparato tienen toda la pinta de votar por Rubalcaba y los más despegados del gobierno interno pueden decantarse por Sor Maravillas, la catalana que es mujer y nieta de andaluces y que tuvo abuelo sacrificado por la causa y por el que ella se hizo socialista. Chacón, de quien dícese que Zapatero, en comparación con ella, es Adenauer —copyright Camacho—, no ha resistido la tentación final de coger la guitarra: en comparecencia de emotividad calculada ha recordado unas palabras pronunciadas por su abuelo anarquista cuando ella despertaba a la conciencia de las cosas. En ellas, el hombre que luchó en la columna Durruti y que, una vez perdida la guerra, anduvo penando en campos de concentración franceses, le hizo llegar la amargura que le producía haber perdido la juventud por causa de la historia particular de su país. Eso, dice Chacón, le hizo ser socialista para evitar que otra nieta tuviera que escuchar a un abuelo lamentándose de haber perdido una parte esencial de su vida. Poco que objetar.
 

Las historias de tradición oral son todas respetables y las emociones que producen son privilegios de cada uno de nosotros. Otra cosa es la pornografía sentimental —como hoy señalan algunos analistas— con la que cada uno exhibe su historia de forma oportunista. A buen seguro, el abuelo de Chacón fue un hombre querido por los suyos y eso debe bastarnos; la reflexión de sus palabras, no obstante, es muy común en los hombres y mujeres que vivieron aquellos turbulentos años y resulta muy oportuna si la desproveemos del color de la contienda. He perdido mi vida luchando por el anarquismo que no ha llegado y por la igualdad de una sociedad sin clases y sin Estado; no pierdas tú el tiempo, viene a decir, lucha pero no quemes tus mejores años en vano. No obstante, el abuelo de ZP y el de Chacón no fueron los únicos que perdieron la juventud. Muchos perdieron la vida, aquí o allá, y tengo la sensación de que no hubieran querido servir de objeto contundente con el que se enfrentaran los nietos de acera a acera. Desde luego el mío, asesinado por milicianos de la retaguardia en el 38, así lo dejó enseñado. Y así se hizo siempre. Claro que si hay que sacarlos a pasear, saquémoslos a todos.
 

La generación anterior a nuestros abuelos también perdió su juventud. En la guerra de Cuba o en la del norte de África. Y la posterior trabajó como mulos para dejarnos a nosotros un futuro al que ellos, nuestros padres, jamás tuvieron acceso en sus años mozos. Pero atienda la nieta: si hablamos de juventud perdida no estaría de más que se diera cuenta de que es esta generación de hoy la que está perdiendo todos los trenes: ¿o no cree que con cifras de paro juvenil superiores al 50 por ciento, la juventud española no está viendo pasar lo mejor de su vida? Ambos candidatos tienen que ver en la calamidad a la que ha llegado la realidad española, aunque, al menos, Rubalcaba no arriesgue hablando de sus orígenes históricos. La excitación de las bases socialistas en cuanto se remueve la cal de la memoria puede reportarle un venturoso resultado a Carmen de Olula y Esplugas, pero que sepa que cada día son más los que creen que corre el peligro de ser la Hernández Mancha del PSOE.