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Carlos Herrera  
El Semanal, 15 de enero de 2012
Manero y Segis: días de arroz y Arelis

Tony Manero no se le da mal el arroz. Sus vecinos y amigos de Brooklyn recuerdan algunos con agrado, aunque no olvidan aquellos primeros días en los que el ídolo de Fiebre del sábado noche aprendió a calcular el agua, sofreír bien el tomate, preparar un caldo consistente y a no tapar la paella con la toalla de la playa de Coney Island aún impregnada de arena y humedad. Tuvieron que sufrir hasta que Tony aprendió, pero se lo tomaron como un mandato del destino más. Manero es de los que creen que para comer un buen arroz hay dos lugares fuera de la Comunidad Valenciana donde se puede pedir con garantías sin que parezca un engrudo de gas mostaza: Murcia y Madrid (a pesar de que el agua de la capital no es la más apropiada). En los demás lugares seguro que hay buenos sitios sueltos, pero la media no es la más aceptable. Tal vez el sur de Cataluña. Poco más. Viejo compañero de algaradas sabatinas es Segis, Segismundo Amorós, zorro sabio que ha hecho de sus arroces un referente en sus tres mesones, tres, uno en Murcia, otro en Alicante y, precisamente, otro en Madrid (Los Arroces de Segis). Segis te da por delante los mismos aperitivos en los tres lugares y, después, cuatro o cinco tipos de paellas hechas con fuego de sarmiento. Y a correr. Ocurre que no hay otro como él. Manero lo invitó el primero de año a pelear arroces en casa después de que acabara el concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. Uno de pescado y otro de costillas para después cantar todo el repertorio de Camilo Sesto, cosa en la que ambos son duchos maestros (en las nocheviejas de Manero, las pase donde las pase, no falta una grabación de Vivir así es morir de amor con la que celebrar la muerte del año extinto).

El plan era magnífico…, pero Segis hizo trampa. Es comprensible que, como buen arrocero que no sabe lo que se va a encontrar, viaje con todos sus aperos y con el material imprescindible (Segis viaja incluso hasta con el agua), pero el golpe bajo estuvo en no acudir solo. Viajó con su mano derecha, su cocinera jefe, Arelis Félix. Dos contra uno. Y Manero renunció al combate.

Se da la circunstancia de que Arelis, la mujer que mejor hace el arroz en España –con permiso, entre otras, de la esposa de Paco Gandía en El Pinoso–, es una tostada dominicana que arribó hace quince años a nuestro país y que empezó a limpiar la loza y las baldosas en los negocios de Segis. Lista y trabajadora, empezó a fijarse en cómo se trabajaba todo aquello y, poco a poco, se hizo imprescindible. Hoy gobierna la cocina en la que Segis reina y confecciona los arroces que dieron fama al nombre de su jefe. Los cuatro salieron buenos; el caldo del arroz de pescado lo hace con doradas de ración, sin más que un poco de perejil, una cabeza de ajos y algo de ñora tostada y picada. Y Manero venga a complicarse la vida con mariscos, cabezas de rape y merluza y yo qué sé más. Algo de emperador pasado por la paella con unas gambas, azafrán, tomate... y arreando. Manero se quedó sin saber qué más llevaba el de costillas porque Segis lo distrajo hábilmente mientras Arelis operaba. Y el negro, otrosí. Sea como fuere, los invitados en tropel atraídos por la fama de Amorós se sintieron satisfechos, Manero quedó como un señor y Arelis acabó con todos.

Es evidente que, después, había que cantar los grandes éxitos de Camilo, paisano de Segis, e ídolo redivivo de una generación que tal vez en su tiempo no le hizo demasiado caso, pero que ahora se sabe sus canciones al dedillo y las canta a voz en grito en cualquier fiesta en la que se descorche algo más que agua con gas. Qué años aquellos en los que Tony Manero escupía en el suelo si le hablaban del cantante de Alcoy y solo quería Bee Gees madrugada a madrugada. Ha acabado bailando por encima de los mostradores mientras suena la voz increíble del alcoyano. ¡¡¡Ay, Señor!!!, ¡¡¡días de arroz y rosas!!!