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Carlos Herrera  
El Semanal, 9 de octubre de 2011
Estimada Rahola

He leído con atención el artículo que amablemente me brindas en La Vanguardia y no puedo resistirme a la respuesta, en principio, tan amable como tu invectiva. Todo nace de mi resuelta oposición a la prohibición a los toros en Cataluña, esta magnífica tierra de la que los nacionalistas/independentistas tenéis un sentido absolutamente patrimonial, como si Cataluña fuera vuestra y solo vuestra, y nadie que quisiera nada de ella pudiera conseguir aprobación alguna si no se plegara a los dictados que defendéis como indiscutibles (os pasáis la vida exigiendo una España plural, pero luego sois incapaces de reconocer más de una versión de vuestro propio territorio). Partamos desde el principio: yo no califico de ‘chusma’ a aquellos a los que no les gusta la fiesta de los toros: nadie está obligado a nada, ni siquiera a que le guste la sardana, los castellers, las sevillanas o los fandangos de Huelva, todos muy respetables, pero no siempre comunes.

‘Chusma’ es la colección de ‘antitaurinos’ que, semanalmente, se aglomera ante la puerta de la Monumental de Barcelona para llamar «asesinos» a honrados ciudadanos que van a ejercer un derecho hasta ahora respetable como acudir a un festejo taurino. Que a un sencillo trabajador de Cornellá que jamás ha faltado a nadie le asalte un puñado de sujetos acusándolo de algo de lo que han sido, por otra parte, incapaces de acusar a los asesinos de verdad me parece propio de chusma. Lo siento si alguna vez has estado entre ellos, pero eso es propio de individuos con desajuste social. En cuanto a la «miserable basura del nacionalismo catalán» que cito en mi artículo de ABC, créeme que lo hago desde la más pura ansia descriptiva: no me interesan los nacionalismos, ni el catalán, ni el vasco, ni el alemán, ni el chino ni ninguno, por la sencilla razón de que creo que jamás han aportado a la ciudadanía más que argumentos intestinales, demagógicos y baratos.

Lo siento, la pluralidad tiene estas cosas, y hasta en una tierra tan preñada de fiebre identitaria como nuestra Cataluña común el derecho a disentir contundentemente de sectarismos colindantes con el concepto ‘afrikáner’ de la política –basta escuchar a la familia Pujol– es un derecho irrenunciable. Me he pasado la vida defendiendo la realidad que describe Cataluña como una tierra repleta de ciudadanos normales, sin rabo ni cuerno, que brindan lo mejor de sí mismos al recién llegado, de lo cual mi familia fue testigo: es por ello que me resulta especialmente ofensivo que se pretenda tergiversar mi interpretación de una tierra que, en principio, es tan tuya como mía. Me duele, por ello, que los nacionalistas/independentistas como tú hagáis de toda aseveración crítica de un fragmento del pensamiento político una afrenta a las esencias patrias. La patria, lamentablemente, no eres tú.

Las patrias son tantas como ciudadanos habitan una comunidad, incluidos los que acuden a una corrida de toros. El resto de los españoles tienen el mismo derecho que vosotros a considerarse inviolables y, sin embargo, tienen que asistir impertérritos al espectáculo desabrido de unos administradores de la cosa pública que a diario los acusan de imperialistas, gandules, aprovechados o saprofitas. No, estimada Rahola, en mi bella Sevilla no nos pasamos el día pensando en nuestra querida Cataluña; bastante tiene el personal con salir adelante por sí mismo. Cataluña, desgraciadamente, cada día interesa menos, cosa que, por otra parte, al nacionalismo/independentismo no le puede hacer más feliz.

Y en cuanto a Artur Mas, por quien tengo aprecio personal, solo puedo decirte que ha sido entrevistado por mí con la contundencia que creo que el periodismo debe mostrar en defensa de valores esenciales. Si tú no lo has hecho, solo a ti te corresponde saber por qué. El periodismo, como bien sabes cuando has defendido cuestiones en las que coincidimos –como la que hace referencia al conflicto de Oriente Medio–, debe ser combativo y resuelto. Y, sobre todas las cosas, reflejo de una dignidad que está más allá de las patrias menores o mayores.

Dices que los catalanes tienen la piel gruesa y la memoria –creo recordar– muy activa: si con ello pretendes amenazarme con supuestas reacciones de repudio colectivo muy al estilo de los regímenes que sé que detestas, debo decirte muy serenamente que ni tú ni nadie podrá jamás acobardar a aquel niño que se crio y se educó en una casa modesta de Mataró de la que guarda un recuerdo conmovedor. Tenedlo en cuenta tú y todos los que pensáis como tú. Con todo, un abrazo desde mi admiración y afecto.