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Carlos Herrera  
ABC, 10 de junio de 2011
OK Corral en Almería

Viendo la foto de Griñán y Rubalcaba en 1995, uno se da cuenta de que el PSOE ha dado un salto atrás en el tiempo

MENUDO desierto el de Tabernas, más pelao que el demonio. Cuando lo debieron ver los productores de western no dudaron que era el suyo: como Arizona pero más barato y con miles de lugareños dispuestos a trabajar en el cine por lo que para ellos eran cuatro perras. Ahí floreció la primera industria de Almería, antes incluso de que a un tipo se le ocurriera echarle un plástico al cultivo y creara, sin saberlo, la huerta permanente. Ha dado mucho más la huerta plastificada que el cine, indiscutiblemente, pero ojo con aquellos años en los que todas las películas del oeste que se veían en el mundo habían sido rodadas en nuestro íntimo y bello paisaje lunar. Nos dejaron, por demás, un lenguaje artístico de duelos, peleas de saloony asaltos a diligencias que hemos convertido en un arte. Hasta en un arte político.

Al PSOE andaluz, como puede que sepan, le ha salido una grieta de transcendencia imprevisible en la provincia de Almería. Una rebelión formalizada en la persona de su secretario provincial, Diego Asensio, al que secunda buena parte de su ejecutiva, evidencia que hay un terremoto que se anuncia en toda la Región y que puede dejar a los socialistas con la cara descompuesta. Asensio, que es un individuo cabal y estimable, ha disparado desde el medio de la calle principal a cara descubierta contra quien simboliza lo que él considera el principal mal augurio del PSOE: José Antonio Griñán, el cual se temía gresca pero no se esperaba el disparo en esas circunstancias («El comer no admite espera, pero el pagar al traicionero la que se quiera», escribió Allen).

Griñán considera que los socialistas almerienses lo han hecho mal y han perjudicado al partido, y ha dado a entender en más de una ocasión su desafección por el símbolo por excelencia de éstos, Martín Soler, antiguo consejero con Chaves al que se quitó de en medio en cuanto tuvo oportunidad. Soler era una especie de esperanza blanca del socialismo oriental andaluz, sereno y poco sectario: era postulado a hombre del futuro una vez Chaves se diese cuenta de que lo suyo se había acabado. A él, evidentemente, no le desagradaba esa idea. Pero Zapatero se llevo al ceutí y dejó a un Griñán que dio a entender que él no se quedaba de monigote y que quería el control del partido: organizó un Congreso Extraordinario, levantó todas las ampollas que pudo y puso a vieja guardia y a parte de la nueva en estado de alerta. Entre ellos y singularmente a los almerienses, que intuían movimientos extraños entre Griñán y otros barones para que se produjera un adelanto electoral y no hubiera que coincidir con ZP ni en el retrete.

Por supuesto, Griñán mandó a Soler a recoger pepinos. Tras las elecciones municipales en las que el PP ha pasado por encima del PSOE en la provincia de Almería, el cruce de acusaciones ha cogido cuerpo y los costeros han dicho aquello de «Aquí estamos, Wellman, deja el güisqui y sal a la calle si tienes valor». Viendo la foto publicada por algún medio de Griñán y Rubalcaba en rueda de prensa en el año 95, con la barba más negra y el pelo menos cano, uno se da cuenta de que la historia se repite y que el PSOE ha dado un salto atrás en el tiempo. Ambos se detestan, especialmente Alfredo a Pepe porque considera que ha puesto en peligro la estabilidad del socialismo andaluz y porque maniobró para ver como candidata a Carme Chacón, pero no tienen más remedio que compartir asiento en la diligencia. Ninguno de los dos será el hombre del futuro del socialismo meridional. Está oculto detrás de la oficina del sheriff. Ya saldrá.