Ábalos ha sido elegido por un partido y por unos electores y se aferra a su escaño como escudo de protección
Ábalos y Koldo han corrido mejor suerte que Cerdán, pero han sido advertidos por el juez de que esa circunstancia puede cambiar. Si de aquí a que empiece el juicio surgen nuevas pruebas o nuevos indicios es muy probable que este dúo cómico-político acabe dando con su huesos en prisión. En cualquier caso, sean preventivamente encarcelados o no, la trama tiene muy difícil salir indemne de este proceso: o se fugan allá donde tengan algún capital oculto o su futuro es claramente descorazonador. De hecho es descorazonador para los cuatro integrantes del Peugeot. Los cuatro, sí, sí, los cuatro.
Es muy probable que haya pesado en la decisión del magistrado la certeza de que Ábalos tuviera previsto un recurso al Tribunal Constitucional alegando indefensión al no haber tragado el juez la estratagema de la renuncia al abogado. No caben muchas dudas acerca de lo que sentenciarían Pumpido y sus golfantes. Mejor pues la prudencia procesal, aunque suponga la desesperación de quienes quieren meter en la cárcel, sí o sí, a estos mangantes. Lo interesante del auto del juez Puente estaba, no obstante, en la reflexión en torno a los abusos del poder político. Se preguntaba ¿cómo puede un político mantener el acta de diputado mientras se ciernen constantes indicios de graves delitos? Pues de la misma forma que mantiene su escaño aunque muestre conductas inaceptables: sean delictivas o no, las formas de proceder de Ábalos no le impiden seguir siendo un legislador. Va a parecer que su señoría no conoce el país que habita. Este individuo ha sido elegido por un partido y por unos electores y se aferra a su escaño como escudo de protección. Aunque quisieran no pueden echarlo, pero lo dramático es que si se volviera a presentar con la bendición del partido, los que le votaron seguramente seguirían votándole. El juez utiliza la expresión «estupor»: hace mucho que el estupor se instaló en la política española y un último ejemplo lo tuvimos en el momento en el que el PSOE volvió a introducirlo en las listas después de haberlo cesado como ministro por su conducta más que reprochable. El estupor se produce ante la evidente degradación de nuestros asuntos públicos: los políticos prometen ejercicios de limpieza de cuadras y lo hacen que parecen sometidos a la tortura de un cilicio autoimpuesto, sin embargo al cabo de la calle se dejan llevar por el abuso de poder, por la estrategia de resistencia a cualquier precio, por aforamientos fraudulentos como arma de defensa, por cambio de las reglas de juego para proteger sus intereses más bastardos (Armengol ya estaba en ello). Dijo Ábalos: «un diputado en la cárcel es un escándalo». Y tiene razón, aunque por diferente razón a la que le motiva a decirlo: es un escándalo que un preso haya podido ser legislador. Lo es que siga siéndolo ciñéndose a su cintura un aluvión escandaloso de evidencias penales y un relato de conductas que avergonzaría a cualquiera. Lo que me sorprende que le sorprenda al juez, ciertamente.
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