Al PP le han estrechado el margen de actuación
Diera toda la impresión de que en el asunto palestino-israelí (desencuentro gobierno-oposición por el reconocimiento del Estado Palestino), al Partido Popular le han robado parte de su argumentación entre los extremos de la pinza Psoe-Vox. Y si no parte de su argumentación, sí parte de la cartera en la que se guardan estrategias de comunicación.
El presidente de Vox, Santiago Abascal, junto al presidente de Israel, Benjamin Netanyahu
El apoyo que merece Israel, víctima de ataques terroristas espantosos y protagonista de errores imperdonables como el bombardeo de un campo de refugiados en Rafah, ha sido vampirizado a ojos de la propaganda por Vox y la visita de apoyo de Abascal a Netanyahu. Apoyar a Netanyahu no es necesariamente apoyar a Israel, porque al igual que Sánchez no es España, Netanyahu tampoco es Israel, pero mostrando esa fotografía 'roba' la sensación de que quien está por solidarizarse con aquél país es el líder de Vox. Si el PP quiere exhibir un discurso de Estado cercano a una determinada ortodoxia no puede manejar el imaginario mostrado por Vox sosteniendo que «reconocer a Palestina es reconocer a Hamás». 'Manca Finezza'. El gran problema de reconocer ahora a un Estado que no existe es que muestra una gran inoportunidad y evidencia que ese reconocimiento está hecho exclusivamente por razones electoralistas y particulares, es decir, utilizando al Estado en beneficio propio. El fondo del reconocimiento está en cierta concordancia con muchos países de Occidente, que creen que la solución de los dos Estados es la única viable a la larga; la forma, insisto, es lo que denota intencionalidad e inoportunidad.
Decir que todos los palestinos quieren el fin de Israel es un error: la Autoridad Nacional Palestina, con toda su carga de corrupción, ineficacia y gerontocracia, está por la solución de los dos Estados: durante el mandato de Arafat sucedió, es cierto, que no se dejó pasar una oportunidad de perder una oportunidad, negándose a firmar los varios acuerdos definitivos que le pusieron por delante, pero ese era parte de su 'show', el de alguien que vivía siempre en la provisionalidad, inestabilidad y precariedad que le permitían mantenerse en el poder con una mezcla de victimismo, corrupción y autoritarismo. A Arafat le daba pánico la posibilidad de acabar como el presidente egipcio Sadat, asesinado por firmar el reconocimiento de Israel. No todos los palestinos, ni mucho menos, están identificados con Hamás, aunque sabemos que mantener posiciones centradas y objetivamente constructivas no es sencillo cuando un asunto se traduce en política interna y electoral. Entre Sánchez y sus aspavientos y Vox y su apoyo al poco deseable Netanyahu (cosa que no le cuesta ni medio voto), al PP le han estrechado el margen de actuación, y no deberían olvidar el creciente número de árabes musulmanes y magrebíes que votan en las elecciones europeas en España. El musulmán es conservador por defecto, pero la alianza contra natura entre extrema izquierda e islamismo (que ahora ya es simplemente izquierda-islamismo) y gestos como el de Sánchez con Palestina pueden tener traducción notable en el voto de todos ellos. Y son muchos.