Quienes dicen que no hay cuerpo que aguante, que recuerden que con el modelo anterior ya estaban el viernes de preferia
Y no lo hago por el egoísta argumento de que mis amigos o yo nos lo pasamos mejor así. Pesan cuestiones de más de fondo, aunque queden exentas aquellas que tengan que ver con el exclusivismo de la sevillanía, el tamiz por el que pasa, muchas veces, la reacción.
La Feria de Sábado a Sábado —que en realidad solo es un día oficial más que la otra— permite dos descansos importantes de entrada y salida: la noche del 'pescao' puede alargarse y lucirse —es la noche más elegante del año para los sevillanos— sabiendo que el día siguiente no hay que ir a trabajar; la noche de los fuegos puede consumirse hasta el último cohete ya que al día siguiente también es fiesta. Y se descansa y se desconecta. De ambas maneras se pueblan más esos días, que flojeaban a partir de cierta temprana hora. Quienes dicen que el sábado no queda nadie no recuerdan, por lo visto, el antiguo Domingo de Feria, mucho más desnutrido que este sábado. Y quienes dicen que no hay cuerpo que aguante, que recuerden que con el modelo anterior ya estaban el viernes de preferia en las casetas celebrando lo que fuera, cosa que seguirán haciendo ahora si se cambia el modelo merced al referéndum de esta semana —al Ayuntamiento se le elige para que tome decisiones, no para que se lave las manos en un puñado de votos—; a quienes dicen que de la anterior manera sólo estábamos los sevillanos y esos eran «nuestros días», habría que recordarles que eran días sin los servicios necesarios —médicos, policiales, contra el fuego— y que la presencia de forasteros no nos reporta más que beneficios, y que abjurar de compatriotas españoles que vienen a dejarse aquí su dinero llamados por el afecto de los locales —el que viene es porque tiene un amigo— es conducta propia de todo lo que censuramos a otras comunidades en cuanto se nos suelta la lengua. Al primitivo supremacismo sevillaní le vienen estas cosas como anillo al dedo. Pregúntenle a los que hacen negocio con sus taxis, sus hoteles, sus casas de comidas, sus tiendas de vestimenta adecuada, sus casas de alquiler, sus servicios como caseteros, sus coches de caballos o sus churrerías, qué les renta más. Y pregúntenle al Ayuntamiento, que llora mucho y se lamenta que paga un día más a los de la limpieza o los autobuses, pero cobra impuestos a todos los demás y se llena el bolsillo con todas las tasas habidas y por haber. En Sevilla no vendemos Pirita, ni Chips, ni Acero; vendemos nuestro incomparable sentido de la vida, nuestro esfuerzo en nuestras obligaciones y el carácter abierto de nuestras celebraciones, y de todo ello también obtenemos beneficios.
Por demás: tengo entendido que no es obligatorio ir a la Feria todos los días y a todas las horas. Está bien que el cuerpo que no aguante dosifique el gasto y la energía, pero que no imponga a quien se la quiera —y pueda— coger de pitón a rabo que deje de hacerlo. Este que suscribe, que es bien sabido que no pisa la feria, va a votar por el modelo más práctico, el de sábado a sábado, aunque sepa que si sale el de lunes a domingo, el año que viene el primer fin de semana volverá a ver hasta arriba el Real. Eso sí, con la conciencia tranquila de que solo estamos nosotros.