Entró hace ahora cincuenta años en la Academia, y hubo de acelerar su formación con motivo del negro presagio del Sahara
La entrada en la Academia General Militar de Zaragoza de la Princesa Leonor, convertida ya en dama cadete, ha devuelto a la actualidad a esa institución fundada en 1882 y que ha pasado por varias y diferenciadas etapas. Al menos tres. El indudable atractivo que tiene para muchos jóvenes formarse en la AGM y ejercer durante toda su vida laboral la profesión militar se muestra todos los años en las pruebas de acceso. Entrar en Zaragoza es más difícil que dormir en una bicicleta. Los jóvenes de 18 años tienen que haber aprobado la Ebau y exhibir notas medias de Bachillerato que no están al alcance de todos, por supuesto superar pruebas físicas y de aptitud de contrastada severidad y superar también pruebas selectivas no necesariamente sencillas. Tras ello, si acceden, les esperan cinco años para convertirse en tenientes, habiendo de cursar dos carreras: una, la propiamente militar, y otra, equivalente a una ingeniería de organización industrial, y todo para dedicarse a un empleo que no se recompensa con grandes sueldos, ateniéndose a la movilidad permanente por todo el país y debiendo actualizar su preparación de curso en curso. Sin embargo son muchos más los que lo intentan año a año. Algo tendrá.
En 1976 el Rey Juan Carlos entregó los primeros despachos en Toledo de todo su reinado. Era la XXXII promoción, la que entró hace ahora cincuenta años en la Academia, y que hubo de acelerar su formación con motivo del negro presagio del Sahara y el conflicto armado que pudo declararse coincidiendo con la famosa Marcha Verde. Aquella promoción resultó de especial importancia para el Ejército, ya que en ella se resumen muchas de las vicisitudes que han cambiado a nuestras FF.AA., convirtiendo esa transformación en una de las mas evidentes que se han dado en España desde el inicio de la democracia: la que convirtió a un Ejército de reemplazo en uno moderno y profesional. Cosa que no se hizo en un día y que costó vencer algunas resistencias, pero que gracias a la disciplina y calidad de los militares españoles de toda graduación se consiguió. La XXXII promoción compartió el dolor y sufrió, como todas, el zarpazo del terrorismo cruel que hubo de ensañarse con todo tipo de uniformados –y de civiles–, se incorporó a las primeras misiones de paz –en los Balcanes, Iberoamérica y África–, participó de los Estados Mayores de la OTAN, ha visto cómo 25 de sus miembros han llegado a general, cómo 5 de ellos fallecieron en acto de servicio, cómo ha sido la promoción con más altos cargos, 4 en el gobierno y 2 en la Casa Real, y hasta cómo uno de ellos ha llegado a alcalde. Tengo el inmenso honor de ser amigo de alguno de los miembros de la XXXII, ya que somos prácticamente contemporáneos, he conocido su sacrificio y su amor a España y me uno a ellos en el beso a la bandera que realizarán en la AGM la próxima semana. Les brindo estas letras como homenaje.
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