artículo
 
 
Carlos Herrera  
ABC, 3 de febrero de 2023
Una medalla para Daniel el travieso

Marlaska ha de honrar al policía infiltrado con una distinción

Daniel es un héroe. No lleva capa, lleva porra. Eso en el caso que se llame Daniel, que no lo creo, pero eso es lo de menos. Daniel es un posible policía nacional que se infiltró en los movimientos okupas catalanes para obtener información de los diversos colectivos antisistema que pueblan el zoológico político catalán. En el trasiego propio de la recolecta informativa hubo de intimar con el personal afecto a esas causas, que ya se sabe como son: dados a la espontaneidad y a la facilidad para relacionarse. Si Daniel resultó atractivo para algunas muchachas de la organización, cumplió con su encomienda: infiltrarse en los círculos diversos que pueblan el universo okupa. La tarea le llevó, al parecer, un par de años o así, pero a base de intimar en vertical y horizontal consiguió, espero, no pocas informaciones de interés para aquellos que han de combatir a ese ejército de parásitos que son los que pueblan el okupismo y sus afluentes. Cuando consideró que había cumplido su misión -cosa muy de los infiltrados- despareció sin despedirse. Y los muy ladinos espiados han creído encontrar la razón por la que la autoridad ha conocido de antemano sus movimientos: el falso Daniel. Que, además, se benefició a media comuna merced a sus encantos.

Están buscándole como locos. Sin saber que no le van a encontrar. Ni le van a delatar los que le conocen. La policía, si es que todo esto es así, cumplió con su deber. Y este policía, en particular, merece una medalla pensionada: aguantar durante un par de años a esta colección de cretinos y, por demás, horizontalizar la ternura con un puñado de jóvenes a medio lavar no hay sueldo que lo pague. Los colectivos anticapitalistas -y toda esa caspa- están rasgándose las vestiduras ante la muy comprensiva prensa catalana por lo que consideran una afrenta sin precedentes. Incluso representantes políticos como el consejero catalán de nombre Elena o la consejera de nombre Verge -hay coincidencias fatales, a veces, en el nomenclator- deambulan irritadísimos pidiendo explicaciones a Interior acerca de la veracidad de la operación. Incluso abogadas del colectivo, invocando integridades morales de las víctimas de las coyundas, hablan de «violencia sexual institucionalizada».

De no ser porque todo insta a la carcajada, habría que considerar el punto hasta el que llega la estulticia que mora en diversos ámbitos de la sociedad civil y política catalana, capaces de tomarse en serio una cosa así. Cuando las amables señoritas del colectivo accedieron a los encantos del joven colega, lo hicieron impulsadas por sus legítimos deseos. Si ahora, además de con el consentimiento ante notario, hay que acudir al apareamiento con una nómina justificativa de la empresa para la que trabajas, el fornicio se va a poner imposible. Pero es el signo de los tiempos.

Marlaska, por supuesto, no tiene que molestarse ni siquiera en contestar. Total, no ha contestado por cosas verdaderamente importantes, no lo va a hacer por un ataque de honorabilidad de estas agraciadas jóvenes. Antes al contrario, hay que honrar al policía con alguna distinción. Habida cuenta lo que ha tenido que comerse.