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Carlos Herrera  
ABC, 25 de marzo de 2011
Sortu y los togados perfileros

 Será de desear que, cara al posible recurso al Constitucional, los socialistas no enreden
 

SORTU sigue ilegalizada y bien ilegalizada. De hecho y en puridad no es que fuera ilegal, es que no se le ha permitido el acceso a la legalidad electoral, con lo que todos los intentos de los abogados del sello Iruín, incluidos flamantes catedráticos sevillanos, se han quedado en eso, en intentos de tomar el pelo a la autoridad y a todos los españoles. Ha considerado la Sala 61 del Supremo que la palabrería estatutaria de los cómplices de ETA no es más que retórica cosmética y que, con esos baúles viejos, no se puede viajar en democracia. El problema estriba en que, por vez primera, la decisión de la Sala no ha sido unánime, lo cual quiere decir varias cosas: una de ellas es que fiscalía y abogacía del Estado podrían haber hecho mejor su trabajo, otra que los abogados de Sortu y su repugnante equipo de asesores han hilado con finura para poder confundir a magistrados de vario pelaje y otra más que esos mismos jueces son fácilmente impresionables por las declaraciones y tonterías que durante estos días han ido soltando por doquier elementos tan significados como el lehendakari López, el ínclito Eguiguren y el ministro Caamaño. En consecuencia, será de desear que, cara al posible recurso al Constitucional, la fiscalía y la abogacía se apliquen y que los socialistas, a ser posible, no enreden, cosa esta última ciertamente difícil habida cuenta la tendencia natural de los de la rosa y el capullo a dormir con su propio enemigo.

La vieja rivalidad entre dos tribunales como el Supremo y el Constitucional y la indisimulada tendencia de éste último a pellizcarle el escroto al primero, hace temer que, en el plazo debido, puedan corregir la decisión de mantener fuera de la ley a estos avatares de ETA. Dependerá, tal vez, de a qué sector del PSOE hace caso Pascual Sala, presidente del máximo tribunal español. Si atiende los ruegos —de parafernalia un tanto amanerada y cursi— de los vasquistas Elorza, López o Eguiguren, el TC es capaz de franquear el paso a esta formación de indeseables no a estas elecciones municipales pero sí a las próximas autonómicas vascas, donde volveríamos a toparnos con el viejo problema del cortoplacismo político español: Sortu restaría votos al PNV y aumentaría las posibilidades electorales de PSE, pero volvería a interrumpir un proceso racional y eficaz de laminado y desgaste del mundo etarra. Desde la primera y absurda amnistía que puso en la calle de la Transición a cientos de asesinos de ETA —a los que hubo que volver a detener porque volvieron a asesinar— hasta cada uno de los gestos absurdos de buena voluntad y papanatismo de la política española, se ha engordado al monstruo por el incomprensible mecanismo de no impedirle la alimentación. Resultaría demasiado cruel que ahora que está a punto del fallecimiento por inanición, algún cretino bienintencionado le acercase un plato bien despachado de cargos públicos, con sus sueldos y sus prebendas.

Desgraciadamente, nos los habremos de encontrar en listas de alquiler que pondrán a su servicio maleantes de la política como los repugnantes majaderos de Ezquer Batúa o Eusco Alkartasuna, lo cual será difícil de evitar. Pero que pudieran hacerlo sujetos a los que todos hemos conocido cuando babeaban con los asesinatos de ETA en una lista que no condena el pasado de la banda ni lamenta siquiera los cerca de mil muertos habidos estos cincuenta años, es un escarnio a la gente decente que el TC debe, a todas luces, impedir. Roguemos, pues, que no se pongan de perfil, tendencia taurina de la que son tan partidarios algunos togados.