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Carlos Herrera  
ABC, 4 de marzo de 2011
No te muevas que es peor

Lo que podría haber sido un viaje exprés de diplomacia directa se ha transformado en un ejercicio de frivolidad internacional 

HAGA lo que haga, a Rodríguez Zapatero se le mira a través del espejo de la máxima exigencia, de la crítica suma, de la sospecha absoluta. Seguramente se lo ha ganado, pero sea el que sea su proceder habrá quien le dé la vuelta y quien le encuentre su aspecto más áspero y controvertido. Ha perdido el favor de la duda, no cabe la menor, y se enfrenta ante el juicio sumarísimo de quienes no están dispuestos a pasarle una. ¿Es justo?: probablemente no, pero es lo que hay y es con lo que tiene que torear. Lo sabe él y lo saben quienes le rodean y le resultan fieles a pesar de la que está cayendo. Véase, por ejemplo, el reciente viaje a Túnez.

En circunstancias normales, que un presidente de gobierno de un país de medio alcance, históricamente bien relacionado con el mundo árabe, de ejemplar transición democrática tres decenios ha, contacto físico de Europa con el Norte de África, visite un país en trance de oxigenación democrática y le brinde apoyo a un proceso popular generador de simpatía generalizada es, digo, algo razonable y comprendido por todos. Que ZP acuda a Túnez a impulsar los ánimos de los demócratas provisionales es, estratégicamente, algo que reporta poco a los intereses de España pero bastante a los de los tunecinos, a los cuales refuerza en sus intenciones de impulsar un régimen de justicia, igualdad, y tal y tal. Si hubiera ido Sarkozy o si se hubiese presentado Merkel todos diríamos que menuda visión la de la vieja Europa sabiendo presentarse en el sitio adecuado el día adecuado. Pero el que se ha presentado ha sido el nuestro, a quien le acompaña un presente convulso, un cierto estado de descomposición gubernamental, una realidad estadística demoledora, y ha provocado la crítica excesivamente severa de quienes no están dispuestos a pasarle una, incluidos los suyos. Basta con que, además, en el folclore discursivo propio de estos fastos, ZP haya incorporado dos o tres figuras de discutible efectividad y amplia posibilidad de ser malinterpretadas, como su célebre abuelo fusilado o su impresión de la bondad de la democracia mediante el baremo de que cualquiera puede ser presidente, para que la fiesta sea completa. Todo tiene su contexto, pero a Rodríguez Zapatero no se le aplica el beneficio de la duda, directamente se aísla cualquier frase y se aplica el mínimo común ridiculizador. A partir de ahí todo es discutible: si ha abierto una línea de crédito se censurará que venga de Bahreim con trescientos millones de dólares y los deje en Túnez, si hace escala en Madrid se criticará que vuelva a casa a dormir y que gaste combustible de su avión, si habla con los nuevos gobernantes —provisionales— de Túnez se le reprochará el intento de darles lecciones de democracia viniendo de visitar a autócratas coronados de Oriente Medio…

Lo que podría haber sido, en definitiva, un viaje exprés de diplomacia directa, oportuna, económica y poco comprometida se ha transformado en un ejercicio de frivolidad internacional por mor de las condiciones internas, del desmerengamiento de las cifras elementales de calidad de vida, del paro declarado, de las expectativas inexistentes de crecimiento y de la natural descomposición de las cosas. Es muy probable que no sea justo, pero no deja de ser un síntoma de los días que corren, de la crueldad del ejercicio público de la política. No significan estas líneas el intento de crear un mártir inocente objeto de injustas acusaciones, no, pero no estaría de más enfriar un tanto el juego y practicar la elemental justicia de atribuir a cada uno los males de los que es responsable y no del hundimiento de occidente. En fin, no te muevas que es peor.