¿Por qué ganó Nelson en Trafalgar? Sus fuerzas eran menores y su munición, también, pero sorprendió al enemigo y se lo llevó por delante. Por hacerlo sencillo: en lugar de disponer una línea de barcos frente a otra del contrario, disparando barco a barco, atacó de costado, rompió las líneas enemigas y multiplicó por tres el efecto de sus cañones. Se pulió la flota napoleónica en unas horas y acabó con los sueños imperiales de la Marina española. Optimizó sus efectivos y ensayó nuevas formas de usar el timón, por ejemplo. Y pasó a la historia, aunque cadáver, eso sí. En cirugía «lo que de verdad ha evolucionado de la medicina» se han experimentado tales progresos que la materia quirúrgica que estudiamos los aspirantes a médico en los años setenta está absolutamente obsoleta. Digamos que aquellos apuntes hoy no nos servirían para casi nada. Casi tendríamos que volver a estudiar los tres años de «quirúrgicas», auténtico ogro de la carrera. Aquéllos seríamos la flota francoespañola y los de hoy, la imparable Marina británica. Un ejemplo de esta modernidad revolucionaria es el programa CIMA, que ha desarrollado el doctor Rojo Manaute en el hospital Gregorio Marañón de Madrid. Imaginen construir la maqueta de un barco. Ahora imaginen construirla y meterla en una botella: por la boca de la misma entramos con un material flexible y conseguimos lo que parece imposible, dejar un barco dentro sin haber roto el cristal. Se trata de eso, de técnicas percutáneas.
La cirugía de la mano que aborda este programa de invasión mínima consiste, básicamente, en intervenir mediante la guía de la ecografía y así no tener que abrir la palma de aquélla como si fuera un libro para poder ver el escenario. Ello evita puntos, dosis de analgésicos, una recuperación larga y uso de quirófanos y de buen número de personal. Agiliza tanto la operación que las listas de espera adelgazan notablemente, se evita dolor innecesario, anestesia «con su correspondiente anestesista» y complicaciones posoperatorias. Lo que antes se realizaba en un hospital, gracias a este programa, puede realizarse en un ambulatorio, lo cual no sólo afecta a las mentadas listas de espera, sino también al gasto sanitario, que experimenta un considerable ahorro, ya que el trabajo es unas cuarenta veces más barato (las listas de espera las disminuye en un 900 por ciento). El paciente no habrá de ver su mano pespunteada, se recuperará en poco más de una semana, podrá volver antes al trabajo y sentirá mucho menos dolor. A simple vista, el resultado cosmético de haber reconstruido un tendón no pasa de un mínimo punto en la muñeca.
El programa ha sido desarrollado por muchos especialistas de varias comunidades, diferentes servicios de traumatología, rehabilitación y medicina deportiva, tres importantes centros sanitarios, dos departamentos de anatomía y la colaboración de Francia y España. Tiene la envergadura suficiente como para que las autoridades se tomen en serio este y otros avances y aporten tanto suministros técnicos como material básico. Hete aquí, no obstante, que tienen no poca dificultad para hacer llegar sus resultados a la clase política y que ésta sepa que la confianza que depositaron en ellos ha sido devuelta con creces. Necesitan que esa confianza no decaiga, ya que en varias ocasiones el programa ha estado a punto de venirse abajo por culpa de los descuidos administrativos a los que se somete nuestro Servicio Público de Salud. Sirva de ejemplo que más de una vez todo se ha visto al borde de la desaparición porque alguno de los médicos iba a ser despedido: los contratos de la mayoría de los miembros de la unidad son eventuales y han sido renovados cada tres meses, seis en el mejor de los casos. La continuidad de lo aquí explicado precisa de su renovación, ya que son los únicos, no en España, sino en el mundo que desarrollan en estos momentos un programa similar. Ya tiene la nueva ministra de Sanidad un trabajo prioritario del que ocuparse.
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